jueves, noviembre 21, 2024
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La verdad histórica

Se inventa, con diversos matices, motivos y argumentos, una determinada historia. Tal cosa lo hemos visto y escuchado en más de una ocasión, desde que tuvimos uso de razón. Los “objetos históricos” también. Hechos que no se ajustaron a la realidad. Ampliamente difundidos, debido que fueron registrados en diferentes países y épocas de la humanidad.
En este marco, se hizo creer al mundo católico que el viejo trono de madera de San Pedro, era una verdadera reliquia del santo. Que representaba los tiempos del apóstol más reconocido y popular de Jesús. Pero, una vez hecha las pruebas radiactivas, con el carbono 14, se llegó a la conclusión que la madera de ese mueble no era suficientemente antigua. Que apenas tenía cinco siglos. El resultado no sólo echó a la borda la anterior afirmación, sino que abrió debate para su debido esclarecimiento. Dicho sillón es venerado en la catedral que lleva el nombre de aquél, en Roma. He ahí el invento de un “objeto histórico”.
Nuestros agresores de 1879, para justificar el latrocinio que provocó el encierro geográfico de Bolivia, inventaron su propia versión histórica, en consonancia con sus intereses expansionistas. La misma que fue difundida entre los pueblos de la región y del mundo. Posiblemente estuvo inserta entre los expedientes trasladados a La Haya. He ahí también el invento de la historia.
Pero otra cosa es la verdad histórica. Ésta tiene la virtud de iluminar la mente, de enriquecer el conocimiento e invocar a la reflexión, para asumir roles, que signifiquen responsabilidad y transparencia. Se impone, en esa perspectiva, con todo el rigor de su peso. El tiempo es su principal aliado. Con la mediación de éste, ha logrado esclarecer casos poco conocidos, que marcaron una era. Su fallo es categórico, inapelable. Quién se identifica con la verdad histórica, es incorruptible a simple vista. Es honesto ante sus congéneres. Sus mensajes no pierden credibilidad ni vigencia.
La mentira, elemento principal para inventar algunas historias, conforme hemos visto líneas arriba, tiene patas cortas y endebles. Tarde o temprano perece, en su sinuoso trayecto. Fue y es introducida con oscuras intenciones, por quienes tratan de imponer sus designios, con cualquier costo. Éstos creyeron que nunca iba a surgir la verdad histórica. Pensaron que sus despropósitos se iban a mantener eternamente. Estuvieron muy equivocados. Se constituyeron, en consecuencia, en el hazmerreír de la opinión pública, de todos los tiempos.
La verdad histórica avanza, con paso lento, seguro y firme. Se impone sobre los intereses mezquinos y desbarata, en su recorrido, aquello que estuviera encaminado a desvirtuarla. Perdura durante siglos como un referente para las futuras generaciones. Despeja toda manipulación dirigida a menoscabar la certeza. Ahí es cuando se ratifica la vergüenza, obviamente, para quienes osaron inventar historias. Asimismo, el rechazo y condena a ese afán mal intencionado.
En suma: la verdad histórica guiará a los que vienen, detrás de nosotros, en la construcción de un mundo mejor. Que nadie se aparte de ella.

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