No pretendemos referirnos, tocando el tema de las vacas sagradas, a un país que inspira nuestro mayor respeto, cuya población bordea los 1.400 millones de habitantes, a la fecha. Además, uno de los más acreditados, en el mundo, para producir la vacuna contra el coronavirus. Pese a ello soporta aún las consecuencias letales y devastadoras de éste.
Acá también tuvimos vacas sagradas, que, en diversas épocas surgieron como manifestaciones propias de la dictadura o la democracia, en el siglo pasado o el presente. A ellas nos referiremos, brevemente, en esta ocasión.
Unas emergieron con el estruendo de las armas y otras desde las urnas electorales en democracia. Con diferentes matices y características. Ellas fueron deificadas por todos aquellos que estuvieron acostumbrados a vivir succionando los recursos de las arcas del Estado.
En consecuencia: las vacas sagradas que aparecieron secundadas por las armas, en una coyuntura política propia de la dictadura de corte militar, intimidaron a la población, conculcaron la libertad, coartaron la libre expresión, restringieron el sindicalismo, aplicaron el sistema de persecución y echaron fuera de las fronteras, a los que disentían. Asumieron medidas segùn los intereses de grupos de Poder. En la década del 70, del siglo pasado, hubo tales hechos. Entonces tuvieron la suerte de gobernar el país, según relata la historia, desde un mullido colchón económico, resultado de los altos precios de materias primas. En este marco se distribuyó un bono, a fin de contener el descontento social. La deuda externa había crecido enormemente. Se advertía, asimismo, el manejo dispendioso de los recursos del erario nacional.
Las vacas sagradas que fueron “bendecidas” por el sufragio universal, al correr el presente siglo, no hicieron otra cosa que aferrarse a la norma para imponer sus designios político – ideológicos. En este marco cometieron, inclusive, aberraciones que empañaron el proceso que propiciaba el pluralismo político. Nos dejaron, como las anteriores, una abultada deuda externa, que sobrepasaba los 11.300 millones de dólares, pese que hubo una época de bonanza por el boom gasífero. Ahora, a raíz de aquélla, cada boliviano es deudor de más o menos 1.600 dólares. La cifra más alta de la historia, según reconocidos economistas. Además, con las arcas del Estado vacías y que, por lo mismo, los actuales gobernantes se han visto en la necesidad de tocar la chequera de instituciones privadas, en busca de dinero. No había otra alternativa. Pero surge la esperanza de que los precios se commodities se recuperen paulatinamente en el mercado internacional. Ello nos dará tranquilidad en materia económica. Por el momento nuestra mayor preocupación es preservar la salud, la vida y el bienestar, de más de once millones de bolivianos, con la vacuna contra el coronavirus, que escasea en el mundo y que llega a cuenta gotas al país. Ni modo.
Ese es el rol que desempeñaron, en diferentes tiempos y con diversas inquietudes, quienes asumieron el papel de las vacas sagradas, que, en muchos casos, representaron retroceso, desunión y revancha, desgraciadamente.
En suma: con las armas intimidaron a la ciudadanía y con la norma silenciaron las voces discordantes. Hechos que no deberían reeditarse nunca más.
Sobre las vacas sagradas
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