Bolivia es una casa pequeña, donde todos los que vivimos en ella nos conocemos estrechamente. Desde los calzados, camisas y trajes que usamos cotidianamente. Y hasta cómo, cuándo, dónde y con qué dinero los hemos adquirido. En consecuencia, conocimos a los políticos en este contexto social. “Mucho ruido y pocas nueces”, dirían quienes los conocieron. Dignos unos e indignos otros, pero ambos, sin diferencia, medraron hasta el hartazgo con los recursos del erario nacional. Lo hicieron hasta la decrepitud. He ahí el perfil, a vuela pluma, de los políticos de todos los tiempos.
Decían, hace 66 años, que la educación “es un derecho del pueblo”. Pero ésta, pese al esfuerzo titánico de los docentes, que perciben irrisorios haberes, adolece de serias falencias. Peor en pandemia, donde rige un sistema virtual. Favorable para pocos y desfavorable para muchos. Que profundiza las diferencias sociales.
Prometieron, 54 años atrás, la creación de fuentes de trabajo y el mejoramiento de las condiciones de vida. No hubo tal cosa y estamos en la situación de siempre. Al extremo que ahora aproximadamente hay 400.000 desempleados y la austeridad, consecuencia de la crisis económica y emergencia sanitaria, no permite llenar, debidamente, la canasta familiar. La necesidad tiene cara de hereje, al extremo que sacrificaron burros y caballos en el altiplano paceño para suministrar, posiblemente, a los centros de abasto.
Señalaron, y de esto ha pasado 41 años, que Bolivia era un país gasífero y no petrolero. Habían descubierto a la gallina de los huevos de oro, qué inteligentes. Desde entonces exportaron gas natural, primero a la Argentina y luego al Brasil, en dictadura y democracia, en cantidades voluminosas, que ahora se acaba. Resultado de ese negocio fue la bonanza económica. Una situación que los políticos, estigmatizados como rojos o reaccionarios, no supieron aprovechar, a favor de los supremos intereses de la Patria, y en la actualidad no saben de dónde obtener dinero. Y la consigna es que los ricos paguen la crisis. Después del despilfarro, qué vergüenza.
Conocimos el estrato social de dónde provenían aquellos elementos, que practicaron política a tiempo completo. Y sabemos cómo saltaron a la arena de las lides respectivas. La tendencia, asimismo, que alentaban y al servicio de quiénes se movían. Si tenían o no nexos con fuerzas externas. Si recibían o no asesoramiento de expertos foráneos. Todo ello está en la memoria histórica.
No está demás reiterar que los conocimos por sus amistades y enemistades; por sus sañas y amores; por sus vicios y virtudes; por sus avances y retrocesos; por sus mentiras y verdades; por sus lealtades y deslealtades; por la honestidad y deshonestidad, que marcaron la trayectoria de los aludidos.
En suma: la situación económica y sanitaria es muy complicada. Bolivia jamás había vivido una realidad de esta índole. En ambos casos se impone preservar la vida, la salud y el bienestar social. Por todo ello los políticos deberían asumir una tarea oportuna, responsable y transparente, promoviendo unidad, en la adversidad, con miras al futuro.
Los políticos de siempre
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