domingo, julio 28, 2024
InicioSeccionesOpiniónPrimer grito de libertad en Chuquisaca: 25 de mayo de 1809

Primer grito de libertad en Chuquisaca: 25 de mayo de 1809

En Chuquisaca surge la primera insurrección del pueblo que sella la libertad de las provincias del Alto Perú y enciende la chispa de la emancipación que tuvo repercusión en Buenos Aires.

El 25 de mayo de 1809 es el hito que marca el punto de partida de la organización de un país independiente y soberano. El movimiento social afecta a todos los estratos de la sociedad colonial. En la personalidad colectiva del pueblo hay la intuición de que un nuevo ciclo histórico ha comenzado. Todos los niveles de la ciudad se movilizan en pos de una nueva estructura que cobije a la justicia y la libertad para permitir al hombre un mejor desenvolvimiento dentro de la sociedad.

Los indígenas ya se han levantado con Katari y Amaru, con el pendón de la justicia en alto. Siguen los mestizos, que reclaman un lugar en el seno de su partido. Los universitarios captan el ansia popular y lanzan la idea de independencia para construir una nueva Patria. Los criollos también sienten latir dentro del ser, el ideal de renovación política y social.  El levantamiento envuelve a la comunidad, que está cansada de soportar la opresión de la poderosa España.

En los últimos días de mayo, las paredes de la capital de la Audiencia de Charcas amanecen empapeladas con pasquines anónimos y circulan manuscritos aleccionadores producidos por estudiantes de la Universidad de San Francisco Xavier, “los doctores de Charcas” se rebelan, les siguen los criollos y la población.

Juan Manuel de Lemoine, Mariano Michel, José Sivilat y otros corren a la torre y tocan a rebato en las campanas del templo, llamando a la población.

El levantamiento envuelve y moviliza sus fuerzas internas por el afán de conseguir la transformación de la sociedad colonial; buscan con valentía y heroísmo sacudirse el yugo colonial español.

Por eso, participan en el movimiento el altivo oidor de Charcas, representado por López Ballesteros, el bullanguero abogado popular,  era el defensor de los pobres, cuyo símbolo es Jaime Zudáñez; el abogado de Tucumán, Bernardo José de Monteagudo, el “líder del pueblo o de los cholos” representado por Francisco Ríos, “El Quitacapas” que pelea en las calles junto a  otros patriotas.

Hechos históricos como éste del año 1809 representan los momentos culminantes del proceso de creación de nuestra nacionalidad en el tiempo y el espacio. Son momentos en que una crisis, al encontrar la justa solución, da paso al instrumento social capaz de responder a las aspiraciones del hombre.

El 25 de mayo es importante porque comienza la lucha de un pueblo para construir una Patria con justicia y libertad. Lucha que se acerca o se aleja del ideal, según sea la actitud cotidiana de los hombres que forman un país. A las sublevaciones y los alzamientos indios, que exteriorizaban el descontento de los hijos de esta tierra, siguió la insurgencia de los primeros entre los americanos que, consciente y con meditación pensaban en procedimientos sutiles y prácticos, ya que un levantamiento más radical podía terminar en derrota y humillación, en escarmiento y muerte, sin beneficio alguno para la causa de la emancipación.

De Chuquisaca, cuna de la libertad, sede de la Universidad Real y Pontificia de San Francisco Xavier, establecida en Charcas en el Siglo XVII, surge la iniciativa y da el peligroso ejemplo, levantándose encabezada por los doctores de Charcas, ex alumnos de la Academia Carolina y los estudiantes, aquella juventud rebelde del famoso centro académico.

La insurrección, sin más recurso que el entusiasmo de sus promotores y quienes los seguían, sin ayuda externa ni el apoyo de otros distritos, estalló bulliciosa y potente: ¡Viva Fernando VII! ¡Viva la libertad! ¡Abajo el mal gobierno!

El movimiento iba dirigido, principalmente, contra la autoridad del presidente de la Real Audiencia de Charcas, Ramón García de León y Pizarro, pero acató todavía el “mandato dividido” que jerarquizaba a Fernando VII de España, a quien se vitoreó con entusiasmo en plena insurrección, aunque con segundos propósitos ocultos pero evidentes para quienes sabían orientarse en medio de los hechos. Las campanas históricas de la libertad de bronce añejo, de la Iglesia de San Francisco, tocaron hasta quedar una de ellas rajada por el fuerte repique del badajo, que llamaba a la población a levantarse.

García de León, acusado de “Carlotista” en alusión a la hermana del rey, la infanta princesa Carlota Joaquina de Borbón, reina de Portugal, respondió con la violencia, ordenando el apresamiento de los principales cabecillas, los hermanos Jaime y Manuel Zudáñez y contra los oidores, el fiscal y los doctores, que eran criollos de distintas regiones del virreinato, que atraídos por la fama de la Universidad de San Francisco Xavier, recibieron educación superior en sus claustros.

Al anochecer, los guardianes del orden lograron detener a uno de ellos, a Jaime, pero lo hicieron con tal aparatosidad, que la acción fue luego de conocimiento general, constituyéndose en la voz de alarma que provocaría el estallido de la insurrección y la intervención del pueblo, ya que, al ser detenido y conducido a la fuerza al Palacio de la Audiencia, daba gritos de resistencia que alborotaron a la ciudad: ¡Conciudadanos, favorecedme! ¡Patriarcas, me llevan al patíbulo! ¡Me están llevando para ahorcarme! La ciudadanía salió en su defensa, pidiendo a gritos, la libertad del detenido.

Los guardias que custodiaban el palacio presidencial al comprobar la violenta actitud de los amotinados y su número creciente, dispararon sus armas de fuego con el propósito de asustarlos y ahuyentarlos;  pero no lograron su objetivo, y más bien provocaron el levantamiento del pueblo que atacó el edificio, desarmó a la soldadesca y se apoderó de los cañones inclusive, para luego apresar a la  autoridad máxima,  García de León, que luego de renunciar fue conducido preso a la universidad y dijo: “Con un Pizarro comenzó la dominación española, con un Pizarro comienza la independencia”. El arzobispo de La Plata, María Benito de Moxó Francoli, huye a pie hasta el cantón Sijcha, Potosí.

El nombre de Fernando VII que los alzados invocaban, era sólo un pretexto. Los revolucionarios parecían colocarse al lado de las leyes y junto al monarca destituido en España por los franceses.

Pero lo que buscaban era hacer ver que las colonias de América quedaban libres porque pertenecían a la persona del rey y éste se hallaba preso. Los vítores, entonces, eran parte de una hábil estratagema y, simplemente, la manera más factible de comenzar la insurrección, enarbolando una argumentación de tipo jurídico.

Los patriotas encabezados por los hermanos Zudáñez, José Mariano Serrano, Bernardo Monteagudo, José Joaquín de Lemoine que se encargó de la custodia del presidente de la Audiencia y otros, sabían muy bien lo que hacían.

El gobernador intendente de Potosí, Francisco de Paula Sanz que apoyaba a Pizarro, intentó aplastar la insurrección, fue detenido por los propios miembros de la audiencia, los oidores cómplices involuntarios del complot independentista que le conminaron a retornar a su lugar de origen.

Pocos meses después Chuquisaca fue sometida a la autoridad del mariscal español Vicente Nieto. Así quedó por algún tiempo, gobernada por el grupo de los Oidores hasta que los sucesos posteriores sacaron a éstos de su error, aunque un poco tarde, pues el éxito inicial y la propia fortaleza del movimiento hizo comprender al pueblo que podía seguir luchando porque suya era la razón que lo llevaba a reclamar su libertad. Aunque la independencia de la Patria era por entonces nada más que un ideal, un simple sueño difícil de lograr, la rebelión había empezado a caminar y nadie la detendría.

La revolución de Chuquisaca fue el Primer Grito Libertario de América y la chispa que encendió la lucha por la libertad.

Jaime Zudáñez nació en Chuquisaca en 1772 y murió en Montevideo en 1832.

Estanislao Just Lleó, español, hizo un estudio histórico completo de este levantamiento. Se trata de una tesis elaborada en Madrid en 1970 y publicada en Sucre en 1994. Previa consulta de una larga serie de documentos (más de 5.000 folios) depositados en el Archivo Histórico de Madrid, arriba a estas conclusiones:

1) La revolución de Chuquisaca no se concretó al 25 de mayo; duró siete meses; 2) fue el comienzo de la lucha, larga y sostenida, que llevó al Alto Perú a ser libre; 3) su causa es la fusión de varias de ellas, como el descontento que existía en Charcas, la crisis de España por la invasión napoleónica y el contenido doctrinal, ideológico y cultural del pensamiento brotado en el período anterior a mayo de 1809.  El movimiento de Chuquisaca se entronca plenamente con los de La Paz (16 de julio de 1809) y Buenos Aires (25 de mayo de 1810). Los tres son uno solo, juntamente con los demás del Alto Perú.

ARTÍCULOS RELACIONADOS
- Advertisment -

MÁS POPULARES