Los valores son muy importantes para las personas y la sociedad porque están en todas partes y son adquiridos sobre todo a través de la práctica y el ejemplo. En tal sentido, cabe preguntarse ¿a quién corresponde la tarea de formar los valores?, ¿a la escuela, la familia, o a la sociedad? La educación en valores es tarea de todos los que actúan de un modo u otro sobre los educandos. Si la sociedad somos todos, entonces, de todos es la responsabilidad de mejorarla, practicarla, elevando el comportamiento de sus miembros.
La formación en valores es una cuestión de corresponsabilidad, de actuar al unísono y en concordancia. Sin embargo, los espacios más propios de la educación en valores son la familia y la escuela. Ambas instancias deben hacerse cargo por igual de lo que transmiten a niñas, niños, jóvenes y señoritas. No obstante, un punto de concordancia en la actualidad es la idea de que la educación de cada persona se lleva a cabo a lo largo de toda la vida. El aprendizaje hoy se realiza en diversos lugares, de modo formal-familia, escuela, comunidad local, medios de comunicación, trabajo, iglesia, entre otros; y nunca finaliza. Es preciso, por tanto, que estas instituciones cumplan un rol protagónico en este ámbito de formación de valores centrándose en la dignidad humana y en la equidad como metas prioritarias para la educación del ciudadano(a).
En esta línea se sitúa la normativa educativa “Elizardo Pérez y Avelino Siñani”, que señala como ejes de desarrollo inmediato cuatro pilares, los cuales constituyen el norte de la educación en la actualidad. Estos son: Aprender a ser, que constituye la misión más importante y difícil en los tiempos que vivimos, encomendada a la educación, porque se refiere al desarrollo total o integral de cada persona, espíritu y cuerpo, inteligencia, sensibilidad personal, sentido crítico y autonomía. Aprender a ser va más allá de la adquisición de capacidades o hábitos, para tocar el núcleo del ser de cada individuo y del sentido de su vida.
Aprender a vivir con los demás, que implica la enseñanza activa de la no violencia y de la tolerancia, el descubrimiento del otro, cercano o lejano y de sí mismo, y la adquisición del sentido de responsabilidad para la participación social y el ejercicio de la ciudadanía. Aprender a conocer es dominar los instrumentos de comprensión local, del país y del mundo, adquirir y desarrollar capacidades para ordenar la información dispersa proveniente de diferentes medios, contextos y al mismo tiempo gozar de la alegría del saber. De tal manera que se genere una motivación para seguir aprendiendo para un futuro mejor;
aprender a hacer, como tarea bien distinta de lo que era hace poco la preparación para el mundo del trabajo. Supone la adaptación ante los cambios, capacidad de iniciativa, creatividad y autonomía, calificación profesional y aptitud para el trabajo en equipo y, por supuesto, el aprender a decidir.
Este enfoque de la educación en valores, como dimensión inherente al ser humano durante toda su vida, requiere atención, principalmente de la familia, asimismo de la escuela, la sociedad y de los poderes públicos, porque de ello depende el bienestar personal y colectivo, el énfasis en la estrategia para hacer viable esta educación que varía en cada caso, pero hay coincidencia también en aprovechar todas las vías y todos los interlocutores sociales.
Valores en la educación
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