En descontrolado ascenso de la tercera ola de contagios del covid-19, Bolivia está sufriendo los devastadores índices de nuevos contagiados y el número de muertos sube dramáticamente por día. Las proyecciones para los siguientes meses, son mucho más que desalentadoras ante las previsiones de que llegaremos incluso a una sexta ola.
Si eso ocurre, puedo casi adivinar las expresiones autocomplacientes de nuestras autoridades gubernamentales, quienes, ante el fin de la maldición, triunfantes dirán que hemos vencido a la pandemia, sin imponer confinamientos innecesarios o multas a quienes por ignorancia o por consigna, todavía no creen en la gravedad del asunto.
Hoy, Bolivia vive momentos de zozobra y de dolor ante la falta de medicamentos imprescindibles para las UTI. Hay una inocultable falta de vacunas, más allá de un gran número de covidiotas que rechazan la inoculación alentados, desde hace por lo menos un año, en que prosélitos masistas adoctrinaron con que esto se cura comiendo chuño. El futuro inmediato es innegablemente espeluznante porque el presente ya es tenebroso; y es que ni siquiera el propio gobierno tiene certeza de que existan vacunas para las segundas dosis, y el tiempo complota.
Cuando uno se pone a pensar en países como Estados Unidos, Alemania o España, y la desescalada en las infecciones virales, inmediatamente se llega a la conclusión fundada de que el alto ritmo en los procesos de vacunación está dando sus resultados, pero también las rigurosas cuarentenas a que se han sometido, aun sabiendo que sus poderosas economías han de sufrir un menoscabo que de cualquier forma no puede anteponerse al tesoro inapreciable de la vida.
En Bolivia, país donde sería insulso ocultar el odio que de facciones masistas existe por todo lo que no sea salido de lo profundo de la tierra o de inveterados ancestros, haciendo abstracción de que los indios y mestizos alto peruanos amaban a la madre patria a decir de Gabriel René Moreno, o no se tenga apellido aimara o quechua, los razonamientos y formas de ver la realidad son merecedores de estudios sociológicos. Las cifras aumentan inconteniblemente en los contagios y muertes por efectos de la pandemia, pero para el gobierno, todo está absolutamente controlado e inmejorablemente manejado. Todos los días oímos gemidos clamando provisión de medicamentos, oxígeno o camas de terapia intensiva, pero para el Ministro de Salud, nada falta. Nuestro hermano Presidente está haciendo una gestión impecable en este tema, sostienen los mismos que desde hace quince años vienen desangrando las arcas del Estado y vociferando bizantinas querellas contra el imperio.
Es insostenible, en consecuencia, que las buenas relaciones del gobierno con sus similares de algunos otros países, estén posibilitando la dotación de vacunas, cuando una gran parte de ellas, provienen del mecanismo Covax del que los gobiernos “imperialistas” son los principales contribuyentes.
Las zalameras aclamaciones de bartolinas, cocaleros, una bancada parlamentaria rendida, algunos gremios obreros y de algunos intelectuales que sacan buena tajada haciendo turnos en los principales cargos del poder político, a estas alturas del reciente gobierno no son más que el rasgo inconfundible de catorce años anteriores de imposturas y de enanas pasiones, hoy bailando morenada en tanto los muertos ya se cuentan por más de cien al final de cada jornada.
Ni siquiera hay lugar a sanciones para ese ejército de covidiotas a que el mismo MAS contribuyó en su formación. Andamos mal, un pueblo inculto e inconsciente parece ser merecedor de un gobierno negligente que columbra una Bolivia de ensueño, distante de la que llora sus muertos, de la que no tiene posibilidad de comprar uno solo de los medicamentos, de la que ya no puede respirar más porque se está difundiendo una novela ambientada en el país de las maravillas, gobernada por “el mejor presidente” de la historia primero y después por el autor del “milagro económico”. ¡Pobre Bolivia!
Augusto Vera Riveros, es jurista y escritor.