Parte I
Hay que aceptar el progresivo cambio. Nos han contado mil historias sobre la eterna juventud y sobre qué tenemos que hacer para aparentarla por encima de todo. Vivir es envejecer. Vivir es cambiar, y, en cierto modo, es progresar. Sí, sí. ¿Recuerdas algo de dónde estabas antes de nacer? ¿Te pidieron permiso para nacer aquí o allá, con estos o con aquellos criterios, culturas, religiones, climas … y un inacabable etc. Detente a pensarlo por un momento. Te lo ruego.
Recordemos la condena a muerte de Sócrates ¡“por corromper a la juventud”! -enseñándoles a pensar por ellos mismos, fueran libres o esclavos. Ah, y “¡por no dar culto a los dioses!”. Releedlo en el inmortal y sobrio relato de Platón. (Cito de memoria porque ya es tarde).
Sócrates ya estaba echado en su cama después de beber la cicuta y, para evitarles un mal recuerdo a sus discípulos, con la sábana estirada para cubrirle el rostro y que no padecieran ante el cambio de color de piel que produce ese veneno.
Responde a su discípulo Fedón que le había preguntado “Si sentía miedo ante la muerte”. Y él bajando algo la sábana que cubría su rostro, con una sonrisa le dijo: “Escucha, Fedón, o hay algo o no hay nada después de esta vida. Si hay algo, bien me habrá valido hacer lo que me gustaba: enseñar a pensar a los hombres (y así saberse libres y responsables de sus vidas). Y si no hubiera nada, pues, mira por donde, dijo con amplia y forzada sonrisa… ¡qué bien me lo he pasado disfrutando haciendo lo que quería!”. Se volvió a cubrir con la sábana, pero, de inmediato, la bajó y con una sonrisa pícara, el que había sido condenado a muerte por no dar culto a los dioses, le dijo “Eh, Fedón, no te olvides de comprar un gallo y sacrificarlo en honor de Esculapio”. Y se cubrió de nuevo uno de los seres más grandes de la humanidad.
Pero volvamos ahora al tema del día. Vivir es cambiar y en eso consiste la vejez. Nos han contado mil historias sobre la eterna juventud y, sobre todo, qué tenemos que hacer para “aparentarla” por todos los medios.
Vamos a recordar y a vislumbrar qué es lo que podemos esperar de nuestro proceso de envejecimiento. Lo que es real, lo que es posible. No hay soluciones mágicas, aunque nos bombardeen por los medios con supuestos milagros… Vamos a envejecer, pero en nuestras manos está poder hacerlo en las mejores condiciones de salud y bienestar. Disfrutando de una parte importante de nuestra vida.
Hablemos claro: La vejez no es una enfermedad, así que no te sientas enfermo por tener muchos años. Si alguien echa la culpa de lo que te pasa a la edad… ¡Rebélate! ¡Di que no!
Aunque el envejecimiento no trae obligatoriamente la dependencia, al ir cumpliendo más años, lo que ocurre es que nos podemos volver más frágiles. Por eso, tenemos que poner todo lo que esté en nuestra mano para poder vivir, en las mejores condiciones, el mayor tiempo posible. Y esto sólo es posible si cambiamos nuestros estilos de vida, es decir, lo que comemos, las actividades que realizamos, las personas con las que nos relacionamos, lo que hacemos y lo que dejamos de hacer.