El mundo católico recuerda la festividad de Corpus Christi que ratifica la tradición que une a la familia boliviana destinada a la consagración del cuerpo y sangre de Jesucristo. El Cuerpo de Cristo es una conmemoración de la Iglesia Católica, tiene el propósito de honrar y celebrar la Santa Eucaristía. Su finalidad principal es proclamar y aumentar la fe en Jesucristo, presente en el Santísimo Sacramento. Fue instituido en 1263 con motivo de un milagro producido cuando un sacerdote celebraba la santa misa en el templo de Bolsena, Italia, y al partir la hostia consagrada, brotó sangre.
El obispo Urbano IV la estableció el 8 de septiembre de 1264 en el Siglo XIII.
Cristo está presente en la hostia consagrada en el sagrario.
La visita del Niño Jesús a la tierra se dio hace más de 2.000 años en Belén de Judea, de manera humilde en un establo de animales, ante la indiferencia general, sin ayuda alguna, ni disponer de un lugar en el mesón donde acostar a Jesús, el recién nacido, excepto un pesebre. Era el nacimiento de un niño que cambió la historia del mundo. La fecha del nacimiento es desconocida, pero la tradición religiosa la fijó el 25 de diciembre.
Dios envió a su Hijo unigénito lleno de gracia y de verdad para que vivamos por ÉL, y enfrentarse contra el mal, ya que existía rebelión, persecución.
“El Hijo de Dios hecho Hombre” vino a salvar a su pueblo de sus pecados y lo que se había perdido. Jesús el Cristo ingresó en el mundo en medio de conflictos, terror, y orgía. Pasó su infancia escondido en Egipto para escapar de la orden del rey Herodes de matanza de todos los niños menores de 2 años.
El Señor del cielo y de la tierra fue un ser totalmente humano y misericordioso, proclamado Rey de los Judíos, creció en la Galilea rural, vivió en Jerusalén con la familia de José y María, fue una persona como cualquier otro, aunque era israelita, no todos sus seguidores lo fueron.
Jesús en la Última Cena con sus doce discípulos, en la noche que fue entregado a sus verdugos, tomó el pan y habiendo dado gracias, lo partió y dijo: Tomad, comed, esto es mi cuerpo que por vosotros es partido, haced esto en memoria de mí”. Asimismo, tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis en memoria de mí. Ese pan y ese vino nos transmiten la vida divina, la Vida de Cristo nuestro Señor.
Cuando su vida estaba acercándose al desenlace en Jerusalén, desenmascaró a Judas, el espía y traidor, pero Jesús no trató de impedir su mala acción que se dio por 30 monedas. Judas arrepentido se ahorcó.
Jesús en 33 años en la tierra, sabía hablar a los humildes y contestar sabiamente a los grandes. Hizo maravillosas cosas, más de tres decenas de milagros: la transformación del agua en vino; multiplicación del pan y de peces para alimentar a una muchedumbre de más de cinco mil personas, la primera y de cuatro mil la segunda. Muertos resucitaban como Lázaro, los tullidos andaban, los sordos oían, los leprosos curados quedaban limpios, los enfermos eran sanados y los pobres liberados.
El Vía Crucis con 15 estaciones comienza con la oración de Jesús en el huerto de los Olivos, Getsemaní, es vendido por Judas con un beso, arrestado, condenado por el Sanedrín, negado por el apóstol Pedro, juzgado por Poncio Pilatos, flagelado y coronado de espinas, carga la pesada cruz, es ayudado por Simón el Cirineo a llevarla, consuela a las mujeres de Jerusalén, es crucificado, muerto en la cruz, sepultado y finaliza con la Resurrección de Cristo al tercer día y vive y vivirá para siempre.
Jesús murió a los 33 años en el Gólgota por nuestros pecados, conforme a las Sagradas Escrituras. Un centurión romano en el calvario exclamó: “Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios”.
La religión es la base de la sociedad civil y la fuente de todo bien y de todo consuelo. Nunca una persona es tan grande como cuando está de rodillas ante Dios. Lastimosamente, el Señor no está en Palacio de Gobierno, hombres y mujeres bolivianas no prescinden de la presencia del Señor ni le dan las espaldas. Bolivia no es nación ni república, simplemente “Estado Plurinacional”, y para horror no solamente de la Curia, la fe católica fue eliminada de la nueva Constitución por el fugitivo cocalero, pedófilo Evo Morales y sus seguidores, cuya sombra negra aún está presente en el país.
El pueblo boliviano es profundamente católico, cree en Dios Todopoderoso, repudia a izquierdistas, socialistas y comunistas.