lunes, julio 8, 2024
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Bonanza y despilfarro

Los políticos han empobrecido al pueblo boliviano, con excepción de algunos. Casi nadie ha gobernado con guante blanco, sino pensando siempre en medrar. Tratando de salir de la pobreza, a como dé lugar. Nadie abandonó el Palacio, con las manos limpias. Esto se ha visto en dictadura y democracia. Prueba de ello son los potentados que surgieron, de la noche a la mañana, practicando, a tiempo completo, la actividad partidista, tan deteriorada hoy. Ojalá estuviéramos equivocados.
En consecuencia, hablar de bonanza es hablar de despilfarro. Ello ha ocurrido en el pasado mediato e inmediato. Los billetes verdes, del erario nacional, fueron a parar en bolsillos o cuentas particulares. O fueron utilizados en obras que, como bien informan los medios de comunicación, se convirtieron en “elefantes blancos”.
Bolivia, gracias a los altos precios de sus recursos naturales, tuvo épocas de bonanza económica, en el siglo pasado y el presente, durante regímenes espurios y legítimos, para ser más puntuales. En el primer caso, por el elevado precio del petróleo y en el segundo, del gas natural en el mercado internacional. Con ingresos de un nivel pocas veces visto en la historia, que se aproximaban a los 800 millones de dólares y 3.000 millones de dólares, en forma respectiva. Acá no hubo milagros ni nadie hizo milagros. Todo ello se debió a la generosidad del subsuelo. Sin embargo, de manera simultánea la deuda externa había crecido, enormemente. Se menciona montos de aproximadamente 4.000 millones de dólares y 11.000 millones de dólares, correspondientes a esas épocas.
Según referencias históricas, la bonanza económica no fue aprovechada para construir la Bolivia Nueva. Ni para levantar los cimientos de un país desarrollado, progresista y con históricas proyecciones en el ámbito del continente latinoamericano. Es decir, con menos pobreza y desempleo, con un sistema educativo capaz de asumir los retos de la enseñanza virtual, con capacidad suficiente para aceptar los desafíos del venidero.
Desgraciadamente, la bonanza económica fue aprovechada por todos los que practicaron el latrocinio. Por todos quienes se enriquecieron, sin el menor rubor, succionando recursos del erario nacional. Y se pasearon impávidos por dentro y fuera de nuestras fronteras. Actualmente, por la caída del precio de los commodities, las arcas del Estado están vacías y las autoridades nacionales rasgan dinero, de donde fuere posible. Estamos golpeados, ni duda cabe, por la crisis económica y la emergencia sanitaria. Con miles de desocupados que, a manera de subsistir, se han dedicado al comercio informal. Mientras los “enviados” disfrutan, en los cargos superiores de la administración pública, de formidables haberes. Con mucha indiferencia e insensibilidad, por supuesto.
La bonanza económica ha permitido la distribución de bonos de toda índole. Lo hicieron con afanes estrictamente políticos. Unas veces tratando de aplacar el descontento popular y otras con intenciones de perpetuarse en el Poder. Hechos que se han registrado en gobiernos militares y civiles. Y en una era de la pandemia, se recurrió a créditos externos. Se tocó las puertas del Banco Interamericano de Desarrollo y del Banco Mundial. Y se hizo posible el último bono social.
En suma: Bolivia tuvo bonanza económica, en el pasado mediato e inmediato, pero, sensiblemente, el viento se la llevó.

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