miércoles, noviembre 27, 2024
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Homero Carvalho Oliva

La comunidad no solamente es el pequeño caserío al final del sendero, la comunidad es todo lo que ves y lo que no ves: las paredes de adobe, los techos de teja, el sol que abre las ventanas y la luna que las cierra, las chacras en las que renacerá el maíz, el río de aguas enamoradas en el que los comunarios bañan sus cuerpos desnudos y lavan las ropas de los difuntos para que los despojos cotidianos del alma, que vamos dejando en nuestros vestidos, se vayan con la corriente, el mismo río de gotas seminales que cruza otras tierras y trae las historias de otras gentes; las montañas protectoras y las aves de alto vuelo que las habitan, el cielo de celajes entrañables y la tormenta que asusta a las embarazadas; así como la bandera roída que apenas se mece en el mástil de la plaza, los santos de la catedral carcomidos por el tiempo, la escuelita en la que los niños cantan himnos patrióticos y los rumores que las viejas despliegan a tu paso.

La comunidad es el cementerio chico y los muertos que aún desandan las calles en boca de los vivos. La comunidad está hecha de los que están y de los que se fueron. Si quieres aprender la cultura de ese lugar conversa con las mujeres, ellas son lo primitivo y lo eterno, son las que guardan el lenguaje, las costumbres, los sabores, los saberes y los decires; ellas son propiamente el lugar y te harán sentir el cosmos como nunca antes lo sentiste en las ciudades. Las mujeres son la esencia de la poesía, son el lenguaje y la historia porque son, en sí mismas, el saber y el ser.

Si en la comunidad se te cruza un grupo de danzantes, danza con ellos, la música y el baile son sagrados, son el puente hacia el mundo interior de la gente. Acude a las fiestas, porque son hechuras colectivas que ordenan los sentimientos, estos rituales sociales deshojan el libro de la comunidad y cuentan su verdadera historia con las noticias de sus artes y sus costumbres. En la comunidad te das cuenta que la única forma de habitar la Tierra es hacerlo poéticamente. Antes de marcharte de la comunidad visita a los abuelos, guardianes de los recuerdos, deja que te cuenten sus sueños nostálgicos zurcidos con esperanzas y frustraciones, siempre que puedas intenta que te enseñen algo en sus propias lenguas, porque hay memorias que no se pueden decir en castellano; y luego pregúntales qué camino seguir.

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