Ya no es posible que la ciudadanía tenga que estar pendiente de la ofensiva política que ha montado el MAS en contra de la ex presidente Jeanine Áñez, a la que, además de acusarla de una serie de actos que no cometió, ahora se la quiere enredar con el “golpe de Estado” inventado por Evo Morales luego de su huida, además de tratar de mostrar a Áñez como a una denunciante sobre presuntos conspiradores golpistas. Todo esto, interpretando a su gusto partes de una declaración que realizó la ex mandataria en la celda donde la justicia masista la tiene deplorablemente retenida desde hace tres meses.
El Gobierno –el MAS naturalmente– ha decidido meter en brete a todos los políticos que fueron sorprendidos expectantes de la renuncia de Evo Morales y de la cadena sucesoria que claudicó. Ministros, parlamentarios y viceministros oficialistas, acusan ahora de confabuladores a Carlos Mesa, Luis Fernando Camacho, Tuto Quiroga, Samuel Doria Medina, Oscar Ortiz y a algunos otros personajes, porque necesitan aprovechar de su poder sobre la justicia para doblegarlos. Jeanine Áñez ya está en manos de los masistas y hoy apuntan a Carlos Mesa y también a Luis Fernando Camacho. Ya vendrán los otros, tal como sucedió en Santa Cruz el año 2009, cuando necesitaron desmontar una estúpida historia de separatismo y lo que deseaban era borrar del mapa a la oposición camba. Todo esto es invento para limpiar la imagen de sujeto prescindible políticamente que ha caído como un manto negro sobre Evo Morales.
Jeanine Áñez ha dicho algo que es muy cierto, y es que los masistas, para quebrantarla, siguen imputándole delitos, haciéndole interpretaciones a su gusto, pero que, en el fondo, lo hacen para tapar sus propias culpas. Catorce años de latrocinio y despilfarro del MAS se quiere encubrir con los once meses del Gobierno Transitorio. Eso embadurna al MAS de pies a cabeza y desean que se olvide. Los respiradores y los químicos anti disturbios, pretender equipararlos con el infame asalto al Fondo Indígena, el satélite fantasma Túpac Katari, las barcazas chinas, el avión Falcon y las inversiones millonarias e inservibles que no valían ni un cuarto de lo que se pagó.
Desde el punto de vista del mal manejo de recursos y del derroche, no existe una administración en la historia de Bolivia que se compare con la de Evo Morales. No podría haberla jamás, porque tampoco hubo gobierno que contara con 100 mil o más millones de dólares contantes y sonantes en sus arcas. Y tampoco hubo, en toda nuestra historia, un presidente como Morales, que fuera tan histriónico y ególatra como para imaginarse que el mundo giraba en torno a él. La ex presidente Áñez estuvo muy lejos de todos esos alardes y se dedicó a luchar contra la horrible peste que nos agobia, a democratizar el país y a pacificar los ánimos caldeados por el fogonero del odio en que se convirtió Morales. Sin embargo, nadie duda de que ella erró de forma absurda cuando lanzó su candidatura presidencial y seguramente que tuvo tiempo para arrepentirse. Cayó del cielo al infierno.
Ahora lo que sucede es que, con el triunfo del MAS en las últimas elecciones, quienes estaban con el rabo entre las patas han salido a la luz y se han deslenguado obedeciendo órdenes, queriendo hacer creer a la gente que en noviembre del 2019 no hubo fraude y que existió un golpe de Estado. Y están eligiendo a quienes llevarán enmanillados ante sus obedientes fiscales como una sutil venganza, siempre afirmando que no es cosa de ellos sino de la justicia, pero disfrutando de su revancha.
Evo Morales quiere indisponer a la ex presidente Áñez con Carlos Mesa, en una intriga evidente. Lo mismo montarán contra el gobernador cruceño Luis Fernando Camacho con la intención de entregarlo al “fiscalato”. No quieren dejar ni rastros de lo que queda de aquella oposición del 2019. Hasta el propio ministro de Gobierno, en plena histeria anti opositora, ha provocado una riña en el seno de la Asamblea, donde un figurón diputado del MAS, enardecido por su discurso, provocó un bochinche con un colega opositor, y acabó visiblemente noqueado a los pies de la testera de ese recinto que llaman crisol de la democracia.