Ni modo, una vez convertido el hemiciclo de nuestro Primer Poder del Estado en un cuadrilátero de boxeo, resulta imposible abstraerse de comentar este último pugilato protagonizado por un senador cruceño, versus un diputado potosino disfrazado de luchador Tinku.
Si bien es cierto que el seno del Parlamento fue el sitio donde fueron protagonizados muchísimos altercados de orden personal, no es menos cierto que estas disputas fueron quedando obsoletas y/o simplemente anacrónicas, con respecto a esas épocas donde el honor y el prestigio personales eran los máximos valores del ser humano, y un insulto o agravio eran actos que debían ser lavados con sangre, mediante la práctica del duelo, una de las herencias traídas por los españoles, junto al arcabuz; la espada o la pistola, para desfacer estos entuertos.
Los duelos se definen como “Torneos a muerte que tenían sus propias reglas y caballerosamente asumidas por los duelistas, como el nombramiento de padrinos, testigos, y especialmente el “Campo del Honor”.
Era tanta la emoción, como la lúgubre euforia que despertaba dicho lance, que toda la población comentaba sobre él y, hasta uno de los cuadros más hermosos de la pinacoteca nacional, está inspirado en este encuentro y decora una de las paredes del Congreso Nacional.
Asimismo, quedaron fijos en nuestra memoria, relatos que tuvimos ocasión de escuchar en el inolvidable café del Club de La Paz, de boca de sus protagonistas, como aquel del famoso escritor, político, y entrañable amigo “El Chueco”, don Augusto Céspedes, cuando nos relataba su duelo con Joaquín Espada, por un problema de disidencia del partido Republicano. Con una fina ironía, propia de él, nos refería que fue él quien eligió la espada para el lance. Sin embargo, al parecer fue un encuentro con revólver, el cual afortunadamente no dejó víctimas.
Otro relato similar, al relatado por Céspedes, en ese mismo memorable café, fue el duelo realizado entre el diputado de la Falange Socialista Boliviana, Dick Oblitas y el apreciado e inolvidable amigo, Rodolfo Luzio Lazarte, diputado del Partido Social Demócrata, en el actual bosquecillo de Aranjuez, que se convirtió en la última pugna de “honor” que se tenga memoria en Bolivia, y donde ambos contendientes salieron ilesos, gracias a la profunda fe religiosa de uno de los duelistas, que disparó al aire, antes de incurrir en el pecado de la excomunión.
Ambas reseñas retratan la moral, el espíritu y, por qué no mencionar, la valentía que primaba en los bolivianos a tiempo de defender su honor y su reputación. Hoy, estamos frente a hechos deliberadamente armados en el seno del Congreso con la ridícula intervención de señoras de pollera enarbolando pancartas de corte racista y un parlamentario disfrazado de guerrero Tinku, con el premeditado propósito de provocar una ridícula gresca, donde echaron por tierra, nacional e internacionalmente el mal ganado prestigio de nuestro primer poder del Estado, ahora bautizado como la Asamblea Pluripugilislativa.