Se está poniendo de moda en América latina la figura de los dictadores sin trono, operando desde las sombras, confiados en unos pupilos sumisos, sin personalidad, que les dejan hacer, quizá con la esperanza de que les llegará la hora de hacer lo mismo con otros.
Los casos más visibles se dan en Argentina y Bolivia, si vamos a excluir a Cuba, donde el rol de dictador lo ejerce un muerto, mediante su hermano, que todavía vive y maneja los poderes de la dinastía fundada en 1959. Y Venezuela, donde también el rol de dictador está a cargo de un muerto, que mantiene su autoridad a través de un pajarito que le habla al sumiso de turno, que no es pajarito, sino pájaro en aumentativo. Son dos prodigios de este ejercicio de uso del poder político por interpósitas personas.
Las personas elegidas por los dictadores deben tener muy pocas luces. Si el dictador se equivoca, le podría pasar lo que se dio en Ecuador, donde el personaje que debía hacer de sumiso decidió dejar de serlo, y no solo eso, sino poner al aspirante a dictador por telepatía en el banquillo de los acusados. Grave error. El dictador que quiere actuar desde las sombras debe elegir bien a sus muñecos, a sus títeres, o usar marionetas, que son manejadas por hilos y no tienen posibilidad de autonomía y menos de escapatoria.
En esta competencia llevan la medalla de oro los dictadores muertos porque ni siquiera necesitan estar vivos para ser obedecidos. Eso es lo que se llama un poder metafísico muy fuerte. Pero es riesgoso. Por ejemplo, un dictador chino, de la dinastía comunista, se murió y ahora sus sucesores ni recuerdan sus enseñanzas, practican la ideología opuesta, aunque lo muestran en fotos, como una burla. Eso debe dar mucha bronca al dictador occiso.
La dictadora sin trono de Argentina no puede recibir la medalla de oro en este caso porque ella es vicepresidente y se podría decir que es responsable a medias con el títere que ha puesto en el escenario. Claro que por momentos querría asesinarlo, de bruto que es. Cuando buscas un sumiso, no tienes que exagerar.
Lo que deja al boliviano con el cetro de ser el más capaz de los dictadores sin trono, de entre los que están vivos y ejercen sus dictaduras vivitos y coleando.
Este dictador boliviano, aunque está vivo, no tiene ninguna esperanza de volver al trono. Y entonces, quizá por eso mismo, se dedica a hacer un ejercicio que se está poniendo aburrido: consiste en exigir que el tiempo se ha congelado para todo el país en noviembre de 2019, cuando él dejó el trono, de puro cobarde. Lección: si aspiras a ser dictador, no puedes ser cobarde.
La ventaja que tiene es que el sumiso que ha elegido es muy pero muy tontuelo, lo que quita a este ejercicio cualquier encanto.
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