lunes, julio 8, 2024
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La ayuda de los países ricos

Bolivia ha registrado, desde marzo de 2020 a la fecha, 15.738 fallecidos, como consecuencia del virus de origen chino. El país está devastado, indudablemente. No se ha logrado preservar debidamente la vida, salud y bienestar, ni con éste ni con el anterior régimen. Ambos se limitaron al discurso o hicieron política con el dolor, la zozobra e incertidumbre, de una población estimada en once millones de habitantes.
Alguna gente de las ciudades y las provincias continúa, para el colmo de males, dando rienda suelta a sus instintos festivos, con la animación de conocidos grupos musicales y copiosas bebidas alcohólicas. No usan barbijos ni cumplen con el distanciamiento respectivo. Parece que la cosa es bailar y divertirse, como si fuera la última vez. La inconsciencia e irresponsabilidad contribuirán a la proliferación de dicho mal. Es que aún no estamos en condiciones para relajarnos. Si colapsan nosocomios, con enfermos de Covid-19, en su tercera ola, no será culpa de municipios, gobernaciones ni del gobierno nacional. Será culpa de aquéllos que instan a realizar eventos que atentan contra la seguridad ciudadana.
Las vacunas llegan con cuentagotas, pese a los esfuerzos de las autoridades. Solo ellas nos permitirán reducir sus efectos desastrosos. Recuperar la esperanza, las ganas de vivir e impulsar, asimismo, la reactivación económica, con empleo digno y seguro. Es efectiva, pero, sensiblemente, el país no dispone de una cantidad suficiente, por el momento, como para cubrir a toda la ciudadanía de la urbe, del agro y la mina.
Los bolivianos, ante esta realidad, tendríamos que recurrir, en materia de vacunas contra el “enemigo invisible”, a la ayuda de las naciones desarrolladas del mundo. Recordemos que, a principios del presente mes, el gobierno de Estados Unidos anunció la donación de seis millones de ese fármaco, de manera inmediata, a los pueblos de Latinoamérica. Entre éstos se menciona a Bolivia. También el G7, constituido por el Reino Unido, Francia, Italia, Alemania, Japón, Canadá y Estados Unidos, acordó la donación de 1.000 millones de vacunas a los países en desarrollo. Esta decisión surgió a mediados del mes de junio del año en curso.
Ojalá esta asistencia llegue a tiempo, para salvar vidas, fortalecer la salud y reafirmar el bienestar social. A favor, particularmente, de los pobres, cuya cantidad aumentó debido a la pandemia. De la situación angustiante de ellos, hicieron bandera algunos sectores políticos. Pero, en la hora de la verdad, se olvidaron de sus reivindicaciones sociales. Ahora aquéllos claman por recibir la dosis respectiva, en una coyuntura sanitaria muy complicada.
Que nadie cante victoria a estas alturas de la historia. En circunstancias en que el país está diezmado por el coronavirus en su tercera ola. En un momento que la confusión y la intolerancia hacen presa de gobernantes y gobernados. Todos hablan idiomas diferentes. Parece que estuviéramos ante la Torre de Babel. No existen coherencia, entendimiento y menos consensos para salir adelante. Esa es la triste realidad.
En suma: toda ayuda, venga de donde viniere, sea bienvenida, en estos días tan adversos. La cuestión es sumar, para salvar vidas. La política solo resta y divide.

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