El nivel de vacunación es todavía bajo en el país y no alcanza a cubrir el número de población que la pandemia exige razonablemente, a fin de lograr una inmunización contra la Covid-19 que nos garantice cierto grado de tranquilidad y se pueda vislumbrar la esperada normalidad que estimule la recuperación económica. Si bien en el inicio de la vacunación nacional la afluencia de público fue numerosa, al presente ha mermado considerablemente y así lo confirma la ausencia en los centros de vacunación. El peligro de contagio es cada día mayor y las afirmaciones de que estaríamos en una meseta de la enfermedad es solo un medio de consolación. Bastante se sabe que los índices de crecimiento o decrecimiento son cíclicos y repetitivos. Desde la Argentina se tiene previsto que, si en ocho semanas la mayoría de la población no recibe la segunda dosis de la vacuna, la situación será incontrolable, según expertos epidemiológicos de primer nivel del vecino país. Esta advertencia es plenamente valedera para Bolivia y el resto, con el agravante de que la mayoría de nuestra población no ha recibido ni la primera dosis.
Otra situación preocupante es de la población mayor de 60 años, a la cual –parcialmente, por supuesto– se le aplicó la vacuna AstraZeneca, debiendo recibir la segunda dosis a partir de esta semana, transcurrido el plazo de 90 días. El ministro de Salud, Jeyson Auza, mantiene silencio sobre esta escasez, mientras el Gobierno anuncia reiteradamente la llegada de vacunas Sinopharm y Sputnik. La CAJA NACIONAL DE SALUD, que concentra la mayor parte de mayores de 60 años, calla sobre la disponibilidad de la AstraZeneca. De dicho silencio se deduce que no cuenta para satisfacer la segunda dosis. Hasta se dice que, a sabiendas de su no disponibilidad, se la destinó a la tercera edad, que por no ser edad productiva se puede prescindir de su vida. La CNS tiene la palabra, pues trató de salvar su responsabilidad diciendo que la provisión de esta vacuna inglesa es responsabilidad de la OMS, sin embargo, no se conoce ninguna gestión del Ministerio de Salud dirigida a la OMS para recordarle tal supuesto compromiso.
Ahora el Gobierno difunde la urgencia de vacunarse después de asumir sus responsabilidades de gestión. Se recuerda que alguna parte de su militancia instigaba a la población a resistir la vacunación. Esta actitud era parte de su estrategia política de socavamiento del anterior régimen (2020). En su nueva circunstancia de poder clama por la inmunización, cuando una enorme población la rechaza y en momentos de mayor peligro. Esa decir, el MAS cosecha lo que sembró contra la vacuna.