La comunidad internacional ha repudiado, en todos los tiempos, a las dictaduras, de origen derechista o izquierdista. Ambas son, obviamente, perniciosas para la especie humana. Aún existen algunas en la región, como resabios de un pasado doloroso, políticamente.
Los gobiernos democráticos difieren, en absoluto, de aquéllas, pues surgieron de las urnas electorales y simbolizan la voluntad popular. En consecuencia: están conminados a construir un mundo mejor, con libertad, tolerancia y reconciliación. Descartando, fundamentalmente, actitudes revanchistas, de suspicacia u odio. Es necesario construir, de tal modo, un paradigma para que las nuevas generaciones transiten por esa ruta. Ojalá que, con el transcurso de los tiempos, no incurran en excesos, de corte dictatorial, tan objetados por la mayoría de los pueblos del mundo.
Quienes contribuyeron con actitudes firmes, combativas y desinteresadas a la histórica recuperación del sistema democrático, en los años 80 del siglo pasado, lo hicieron pensando que ese proceso redundaría por las libertades ciudadanas, al margen de los colores e ideologías políticas. Pero ciertos países cayeron, lamentablemente, en las mismas redes de las dictaduras.
Éstas no son referentes en la historia política. En el siglo pasado lideraron los uniformados y ahora surgieron algunos civiles. Ayer manipularon armas y hoy, aprovechando la potabilidad democrática, manipulan a las masas, con fines de perpetuarse en el Poder. Ese es el propósito que alientan y acarician.
Hablar de aquéllos es para referirnos a esos personajes que, inspirados por intereses creados, conculcaron las libertades. Silenciaron medios de comunicación independientes. Encarcelaron opositores, con o sin motivo. Persiguieron sañudamente a sus adversarios. Sembraron miedo, zozobra e incertidumbre. El afán de todo ello fue para prorrogarse en el gobierno. Con tales hechos han quebrantado el sentimiento democrático de los pueblos.
Los dictadores, o quienes hicieron crujir de hambre, inclusive a sus pueblos, siempre tuvieron eficaces y torpes discípulos. Es decir, aprendices de brujo. Asimismo, admiradores y seguidores. Entre éstos se inscribieron también sus amigos, camaradas y hasta “hermanos”. Aquéllos y éstos siempre intercambiaron saludos, parabienes, experiencias e inquietudes, tendentes a imponer sus designios político-ideológicos. No olvidemos que también tuvieron enemigos.
Esos dictadores financiaron inclusive la “represión” en países afines a su vertiente política. Respaldaron, indudablemente, la violación de Derechos Humanos. Con las armas acallaron el hambre de los pueblos.
Acá tuvimos a uno de sus emisarios, ya bajo tierra, que conminaba a sus adversarios, “rojos” en particular, a “caminar con el testamento bajo el brazo”. Él representaba a un régimen que había surgido de un golpe de Estado. Era temido, desde luego, a quien el máximo líder de los obreros bolivianos, de entonces, le llamaba “mi coronel”. Son episodios que han sucedido en la historia política nacional.
En suma: nuestros pueblos siempre caminaron entre la dictadura y la Democracia. Pero, hoy como ayer, se impuso ésta última, como expresión de la voluntad popular…
Sobre dictadura y democracia
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