jueves, julio 4, 2024
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Enormes huellas del pasado remoto

Durante mucho tiempo la Ballena Azul ha sido considerada -con un ejemplar pescado en Georgia del Sur que medía 33,58 metros- la especie animal más grande de todos los tiempos, aunque de todas maneras entre los animales gigantescos los de tiempos antediluvianos continuaron siendo los predilectos, particularmente para el mundo de la infancia, lo cual permitiría en el séptimo arte películas taquilleras como la serie del Parque Jurásico, Gotzilla, King Kong y otras.
Todavía recuerdo el día en que mi padre, como estímulo para mi ingreso a la escuela, me compró en el primer día de clases un álbum de figuritas coleccionables, y para sorpresa mía, entre los diez primeros sobres que me regaló, se hallaba la de un dinosaurio que con las patas delanteras apoyadas sobre un alto edificio, desde el hocico hasta la punta de su larga cola alcanzaba veintiocho metros: el Diplodocus, considerado en ese tiempo el animal prehistórico más grande que hubiera pisado la tierra.
Esta imagen volvió a mi mente a finales del año 2019, cuando luego de asistir a una reunión del Concejo Municipal de Entre Ríos, nos invitaron a visitar, a escasos tres kilómetros de la capital, el sitio donde meses antes se había producido, por causa de fuertes precipitaciones pluviales, el desmoronamiento de parte de un monte, dejando al descubierto una explanada con más 300 huellas de diferentes especies de dinosauros carnívoros y herbívoros, entre las cuales sobresalían las de gigantescos diplodocus de treinta metros, que al medirlas se pudo constatar que superaban en unos cuantos centímetros a las que se hallan en el famoso farallón de Calorcko, en la fábrica de cemento en las inmediaciones de Sucre.
Por tanto, en el hipotético caso que estas icnitas o pisadas se las hubiera descubierto en una época anterior, en nuestros días se hallarían registradas como las más grandes del mundo. Pero aquí cabe recordar que la paleontología es una ciencia acumulativa y en cuánto al gigantismo de las especies, parece no tener fin, pues en 1993 se describió al dinosaurio más grande del planeta, título que automáticamente se extendió al reino animal de todos los tiempos, con un descomunal tamaño de 45 metros de largo, siendo bautizado como Argentinosaurio por la procedencia de los fósiles descubiertos en la Patagonia.
De todas maneras, el descubrimiento efectuado por el geólogo Gustavo Méndez guarda una significación especial para Tarija, pues al no contarse hasta ese momento con restos fósiles del Terciario, la región era conocida a nivel mundial solamente como reservorio de la fauna cuaternaria de hace un millón de años, con mamíferos de enorme talla como el Megaterium, que sobrepasaba los seis metros de altura, además de mastodontes, gliptodontes y otros especímenes cuyos restos se exhiben en museos de París e importantes centros europeos.
Sin embargo, casi inmediatamente al hallazgo se truncó la promoción turística del lugar por causa del Covid-19, que terminó llevándose la vida de quien fuera su principal promotor, el director del Museo Nacional Paleontológico de Tarija, Ing. Freddy Paredes. No obstante, a medida que avance la vacunación para controlar la pandemia, resulta conveniente promover el relanzamiento de este magnífico atractivo en la agenda de la industria sin chimeneas, para que junto con Chuquisaca y Potosí se pueda implementar la «Ruta de los Dinosaurios» o Parque Jurásico del Sur, que iniciándose en Toro Toro (uno de los principales santuarios paleontológicos de las Américas, que ya ha sido postulado a listas del Patrimonio Cultural de la Humanidad) y continuando su paso por la capital de la República, pueda concluir en la ciudad de Entre Ríos…

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