Aceite hirviendo roció su cabeza cuando era un bebé de diez meses. Ese accidente le dejó cicatrices y a él se debe, según sus allegados, una timidez casi crónica que venció gracias al deporte. Entre piques y saltos, el brasileño Alison dos Santos ahora es medallista olímpico.
El atleta paulista, de 21 años, se bañó en bronce este martes en Tokio en su primera participación en unos Juegos Olímpicos, la cúspide gloriosa para una temporada en la que, desde mayo, quebró seis veces la plusmarca sudamericana en los 400 metros vallas, una de las pruebas de mayor nivel del momento.
Fenómeno en alza del atletismo mundial, Dos Santos consolidó la fortaleza mostrada en las semifinales, en las que batió el récord sudamericano con un tiempo de 47.31 segundos, mejorando en tres centésimas su propia marca continental. Una marca que volvería a rebajar en la final (46.72). Allí, en la pista de la capital nipona, se abrió espacio entre pesos pesados como el noruego Karsten Warholm, que se llevó el oro olímpico batiendo de paso el récord (45.94), el estadounidense Rai Benjamin, plata con 46.17, y el catarí Abderrahman Samba, quinto en la final.
Un accidente doméstico marcó el camino de Alison dos Santos, oriundo de Sao Joaquim da Barra, un municipio a 318 kilómetros de Sao Paulo. Su abuela cocinaba pescado en una sartén, el bebé de diez meses movió el artefacto y el aceite hirviendo cayó sobre parte de su cabeza, brazos y pecho.
Alison dos Santos, venció a sus cicatrices
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