Perú acaba de sorprender a la opinión internacional con la sui generis posición presidencial del señor Pedro Castillo, un maestro rural de corte populista y muy cercano al estilo errático y frívolo del expresidente cocalero Evo Morales, a quien otorgó el trato y honores protocolares dignos de un Jefe de Estado, relegando al presidente Luis Arce Catacora, al sitial de un simple edecán de acompañamiento.
Semejante acto de descortesía, sin embargo, no solo fue reprochado por varios jefes de misión que asistieron al acto, sino que causó la renuncia del controvertido oficial mayor del Congreso, Carlos Mesía, que fue quien autorizó dicha desubicada participación, sin que el intruso haya sido invitado a ocupar dicha testera.
De saber leer el profesor del lapicito, por lo menos habría reparado en la famosa parábola bíblica relatada por Lucas 14:7-31, que dice: “Jesús se había dado cuenta de que los invitados a la cena llegaban y se sentaban en los mejores lugares. Por eso les dio este consejo: Cuando alguien te invite a una fiesta, no te sientes en el mejor lugar. Porque si llega alguien más importante que tú, el que te invitó te dirá: Dale tu puesto a este otro invitado. Eso sería muy vergonzoso para ti, y tendrías que sentarte en el último lugar. Por eso, cuando alguien te invite, busca el último puesto. Así, cuando llegue el que te invitó, te dirá: Amigo, ven siéntate aquí; este lugar es mejor. Así, recibirás honores delante de los demás invitados”.
Sin embargo, ese episodio entre reyes y plebeyos, en la otrora sede del Virreinato, fue uno más de los muchos desaguisados que el protocolo limeño y universal tuvo que tragarse, ya que, entre los comensales de la bufonada, ese mismo Carlos Mesía permitió el ingreso de Vladimir Cerrón al Congreso, excongresista y expresidente del Tribunal Constitucional, un otro colador que acababa de purgar 4 años y ocho meses de prisión, por distintos delitos administrativos.
Semejantes actos de descortesía, sin embargo, más que casuales parecieran haber sido traviesamente calculados para dar la tónica de la dirección que irá a tomar el gobierno de este folclórico mandatario. Ataviado con el uniforme de un botones de hotel, muy parecido al de Morales, pero sin el clásico tonguito; en su lugar, un sombrero cajamarquino que lo asemeja al Llamero Solitario; y que ambos, nada tienen que ver con la vestimenta que se estila en su tierra natal de Chota.
Qué diferencia tan abismal con su predecesor, el expresidente Alejandro Toledo, de verdadera extracción indígena, que de cuidador de ovejas y lustrador de botas supo cultivarse desde su niñez con estudios, hasta obtener una beca en los Estados Unidos y estudiar economía en la Universidad de San Francisco. Luego ingresó en la Universidad de Stanford, donde obtuvo dos maestrías y finalmente el doctorado (PhD) en Economía de Recursos Humanos.
Finalmente, en su discurso inaugural, el presidente del lapicito aseveró no ser comunista, no ser chavista, no ser socialista, lo que nos recordó la entrevista de Hugo Chávez con Jaime Bayly, a tiempo de asumir la presidencia de Venezuela, empero, con ese “fino humor aimara” que caracteriza al líder cocalero, su mentor y mimado huésped, en medio de la cena éste se apresuró en calificarlo como un terrorista, lo que arrancó la risotada de los circunstantes y una aguda premonición de que ese gobierno será igual que un castillo de naipes.