Una vez más ha llegado agosto -mes de las Fiestas Patrias- y siempre que esto ocurre se hace una evaluación de cómo estamos, hasta dónde hemos llegado y qué nos falta aún por hacer, para ser ese país digno y soberano que añoramos.
En un momento difícil para nuestra querida Bolivia, por la peor crisis económica en 67 años, hoy más que nunca no podemos equivocarnos sobre lo que hay que hacer, pero debemos hacerlo rápido además porque el tiempo apremia. Si queremos evitar que la crisis de salud que provocó esa crisis económica, pueda desembocar el día de mañana en una crisis social, no nos podemos equivocar.
¿Cómo le encuentra este nuevo aniversario patrio? Piense si la situación en la que está es la que aspiró para Ud. y los suyos. Si así no fuera, déjeme decirle que mientras haya vida hay esperanza de mejorar, pero para eso, a la esperanza hay que imprimirle acción: eso se llama fe (si es con Dios, más fácil y mejor).
Empezaré por decir que, de todos los sectores de la economía de cualquier país, el del comercio exterior es fundamental, porque lo que no se produce o no se produce bien, se lo compra del extranjero. En nuestro caso, los bienes de capital, insumos y equipos de transporte, significan cerca del 70% de lo que importamos, y es necesario hacerlo, porque nos ayudan a producir bienes y servicios. Pero, para poder importar necesitamos dólares, los que son provistos por las exportaciones que, como en el caso de los alimentos, se dan una vez satisfechas nuestras propias necesidades de abastecimiento del mercado interno.
De ahí que el comercio exterior es vital para todo país, en especial para Bolivia, siendo que nuestro coeficiente de apertura ((X+M)/PIB) es alto, representando en promedio el 45% del Producto Interno Bruto en el último quinquenio.
Dicho esto, y a la luz de nuestra gran dependencia de la importación con su relevancia cualitativa ya explicada, así como de la necesidad de velar por su financiamiento en el tiempo para seguir creciendo, generando empleo y divisas e impuestos para el Estado a través de su vasto efecto multiplicador, afirmo categóricamente que una rápida salida a la crisis económica, para evitar una futura crisis social y, sobre todo para crecer como nunca antes, la respuesta tiene nombre y apellido: exportación “agroalimentaria y forestal-maderera”.
La pandemia del COVID-19 demostró que, si bien Bolivia basó históricamente su desarrollo en la venta de recursos naturales extractivos, no renovables y sin valor agregado, el depender de un solo producto (gas natural) para exportar apenas a dos mercados (Brasil y Argentina), y de una media docena de minerales (zinc, oro, plata, plomo, estaño, wólfram) para vender a una decena de países, nos hizo extremadamente vulnerables. Por tanto, ha llegado el momento de apostar por las Exportaciones No Tradicionales, industrializando y agregando valor a nuestros recursos naturales, que son renovables, además.
El Informe semestral del comercio exterior boliviano lanzado recientemente por el INE, da cuenta de un superávit de 832 millones de dólares… ¿punto de inflexión, luego de seis años consecutivos con déficits comerciales? Ojalá, para fortalecer nuestras reservas de divisas en el Banco Central de Bolivia, y dejar de temer una devaluación que, de darse, impactaría sobre toda la ciudadanía.
Lo particular de dicho informe es comprobar la creciente importancia que adquieren las ventas no tradicionales que, a junio de 2021, están en su mejor momento histórico.
Ciertamente, nunca antes, ni durante el dilatado auge económico mundial, se había logrado tanto en bienes no tradicionales en valor (casi 1.300 millones de dólares) y en volumen (más de 1,8 millones de toneladas) apuntalados por las agroexportaciones que, pese a la pandemia y a cuarentenas generalizadas, no paran de crecer al igual que los productos madereros, confirmando que la salida a la crisis dependerá del apoyo que se dé a tales sectores, dada su inmediata capacidad de reacción con inversión, producción y exportación.
El autor es Economista y Magíster en Comercio Internacional.