domingo, marzo 16, 2025
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Filosofía, el arqué

La filosofía versada, entendida por nuestros grandes estudiosos con diplomados, maestrías, doctorados y postdoctorados, sí, eruditos de la epistemología de nuestra existencia, peritos que con tanto conocimiento adquirido, se rasgan las vestiduras para poder responder a “las más grandes incógnitas”, el busilis de nuestra existencia. Ven a la filosofía como una búsqueda incansable, insaciable del conocimiento, una búsqueda de la verdad, de la sapiencia absoluta y respuesta a todas nuestras incógnitas, del ser humanó en su conjunto, en una época en la que la tecnología, la supuesta modernidad, la gran civilización e industrialización de las potencias, nos dejan pasmados con tanto adelanto tecnológico y científico. Nuevos descubrimientos se realizan en la constante búsqueda de explicar el origen del hombre y queriendo hacer atisbos, ensayos. Queriendo dar una explicación del arjé o arqué; principio del origen de todas las cosas. Es un concepto fundamental en la filosofía de la Antigua Grecia, de dónde venimos, a dónde vamos, tratando de entender y responder a las sombras de la muerte, un viaje en penumbras, en total desconocimiento de lo que nos espera.

Siglos atrás, antes de la invención del término “filosofía”, porque la filosofía es innata al nacimiento, a la aparición del ser humano, si la entendemos como la constante duda, el cuestionante a nuestra existencia, tratando siempre de responder cuál es el origen de nuestra aparición como tal, ya grandes pensadores pre socráticos (Siglo VII – principios del IV a.n.e.), meditaban, analizaban, soñaban, pensaban dar respuesta a estas grandes incógnitas de nuestra existencia. Nos referimos a Tales de Mileto, Anaxímenes de Mileto, Anaximandro de Mileto, Anaxágoras de Clazomenas, Empédocles de Agrigento, Demócrito de Abdera.

Los presocráticos concebían al principal objeto de sus investigaciones filosóficas, el cosmos, como compuesto de elementos sensoriales corrientes: tierra, agua, aire; fuego, y de éter. Elementos que se convertían recíprocamente unos en otros, como resultado de su condensación y de su enrarecimiento. Para toda la filosofía natural de los presocráticos, es característica la dialéctica de los elementos, lo que alcanza singular brillantez en Demócrito y Heráclito. Los elementos sensibles estaban saturados de un principio organizador, más puramente material (logos en Heráclito, amor y odio en Empédocles, átomos en eterno movimiento según los atomistas). Los clásicos del marxismo-leninismo tenían en mucha estima el materialismo espontáneo de los presocráticos, basado en la lucha contra la mitología, en defensa de la filosofía científica.

Desde esa época, en la que estos grandes pensadores trataron de soñar, pensar, responder sobre cuál es el origen de todas las cosas, cuál es el arqué, siendo realistas, nada hemos avanzado, seguimos con los mismos cuestionantes, las mismas dudas, y el mismo temor, ese pánico a lo desconocido. Seguimos en penumbras sobre nuestro origen, de dónde venimos. Sí hay muchas teorías, las cuales no son demostrables, son solo teorías vagas, sin cimientos sólidos, son palabras tan frágiles que se las lleva el viento, al respecto de nuestro origen. Peor aún y sin respuesta es el viaje que tendremos que realizar por un sendero oscuro, sin tiempo definido, donde quedaremos en el espacio del universo perdidos. Es un viaje sin retorno del que nadie puede escapar, El solo mencionar a la muerte causa temor, desasosiego, pues desconocemos cual será nuestra suerte.

Con el humilde filósofo y gran pensador Sócrates, viene una seguidilla de grandes pensadores discípulos y seguidores del pensamiento socrático, como Platón y Aristóteles. En esta etapa las preocupaciones ya no solo giraban sobre del origen de las cosas, sino acerca de los problemas morales y la sociedad, la organización de instituciones políticas y jurídicas. Son causas del paso del periodo cosmológico al periodo antropológico. Este primero en total rebeldía de los grandes pensadores de su época, porque estos señores sofistas, “término despectivo”, creían que sabían todo, pensaban que conocían la verdad plena de nuestra existencia, de nuestra realidad, y de nuestro destino, que lucraban con los supuestos conocimientos que tenían, cuando nadie podía refutar sus verdades absolutas, sus conceptos.

La técnica de la mayéutica de Sócrates se basa en la teoría de reminiscencia, el conocimiento natural del alma. Éste se acumula en combinación con las tradiciones y las experiencias de las generaciones pasadas. La respuesta, la verdad será encontrada en el interior de cada individuo, en su ser, es el arte de parir las ideas.

Platón continuó con los pensamientos de su mentor y profundiza aún más. Incluye conceptos de ética, política, estética, además de la contemplación filosófica y observación de las realidades físicas. Su pensamiento se basa en las ideas; y establece que cada estudiante debe educarse de acuerdo con sus capacidades.

Aristóteles aplica el empirismo en su versión más pura; ubicando el valor del conocimiento afianzado en la experiencia. Da realidad a las ideas, como la esencia de las cosas reales. Si existe en la mente es porque existió en los sentidos, y se redescubre la experiencia con base en las verdades.

Estamos en el Siglo XXI, cuando pensamos que sabemos todo, cuando nuestros maestros del conocimiento, doctos, con muchos títulos adquiridos, comprados, que acreditan que saben todo, caminan entre las nubes, miran al pueblo por sobre el hombro, con trajes importados, desprenden aromas y fragancias de las más exóticas, perfumes franceses muy costosos, y miran con desdén a la plebe. Desde sus pequeños reinos de papel, creen que tienen la verdad absoluta, que tienen a plenitud entendida y dominada por completo la epistemología de la vida, de la muerte y de toda nuestra existencia. En un ámbito donde se comercializa el conocimiento, donde el que tiene dinero puede comprar la sabiduría, la ética, la moral, los principios, el respeto, donde lo que éste dice debe de ser tomado como cierto, donde no se acepta el disentimiento, el raciocinio, el pensar de una manera diferente, donde no se acepta el oponerse a posiciones antagónicas que van en contra de lo que nace en nuestra alma, en nuestro interior, en nuestro ser. Pero les recordamos que la verdad no es absoluta, es relativa.

La verdad, el conocimiento, las ideas, tienen que nacer en el interior de cada uno de nosotros, debemos despertar de ese letargo, de ese sueño de conformismo y mediocridad, y debemos bramar, vociferar, decir: no me da la gana de hacer lo que no quiero, lo que no creo que sea cierto y justo, tengo otra forma de pensar y quiero que se la respete. Estamos cansados de repetir de memoria conceptos teóricos vastos y vacíos, donde el saber es entendido por estos nuevos sabios como conceptos teóricos que están tan alejados de la realidad, donde se habla y se escribe de justicia, pero a diario vivimos la injusticia, vemos y escuchamos de feminicidios de infanticidios, donde dicen que sus operadores de justicia son probos, idóneos, capacitados, que son los mejores. Sí, para repetir conceptos teóricos, para repetir de memoria los artículos de los códigos, pero éstos están tan alejados de su aplicabilidad, de la realidad del pueblo. Donde a fuerza de presión, de castigo, el maestro quiere enseñar lo que uno no quiere. Donde a fuerza de nota y castigo, tratan de hacerles gustar, a unos las matemáticas, a otros literatura, cuando sus talentos, sus verdaderas capacidades van por otra dirección, dejando a un lado los sueños y aspiraciones del pueblo.

Sin considerar nuestra manera de pensar, de analizar, de sentir nuestros sueños, aspiraciones e ideales, estos SOFISTAS del Siglo XXI contradicen lo planteado por Sócrates, Platón y Aristóteles. Claramente éste último decía que primero las ideas nacen en nuestro interior y posteriormente se vuelven una realidad, que de nada sirve el conocimiento mecánico y teórico si nunca se lo aplica en el cotidiano vivir. Decía Aristóteles que es como arar la tierra, y nunca sembrar, entonces nunca vas a cosechar, este es el conocimiento teórico que nuca se pone en práctica en nuestra cotidianeidad.

Estamos igual que al principio del nacimiento de la filosofía, sabemos tan poco, casi nada de nuestro origen y del camino que nos toca recorrer al final de nuestra vida, que pareciera que solo vivimos rodeados de vanidad, de superficialidades, de egocentrismo, de gula, de comer por comer, sin hambre, de acumular riqueza en los bancos, en paraísos fiscales, bienes de lujo, propiedades inmobiliarias o de activos bursátiles, entre otros, en cuentas offshore para evitar pagos tributarios y cualquier otro tipo de obligaciones legales. Observamos un narcicismo nauseabundo en títulos que son acumulados, que nos hemos olvidado del verdadero sentido de la vida que, pese a ser fugaz y efímera, debemos de vivirla con valor, firmeza y determinación para poner al servicio del pueblo, de los más necesitados, todos esos conocimientos que, desde la óptica de su servidor, es un exiguo conocimiento. De una u otra forma, esos conocimientos deben de ser utilizados para dar pan, salud, vivienda y trabajo a todo un pueblo que pide a gritos mejores condiciones de vida, sí, una vida con dignidad.

No utilicemos este conocimiento parvo, irrisorio, para causar daño, en inventos para destruir y matar grandes cantidades de seres humanos, por una actitud genocida, o para explotar y esclavizar al hombre, para invadir países subdesarrollados, desarmados y convertirlos en colonias, vasallos, y saquear sus riquezas. Que este conocimiento reducido no sea usado solo para acrecentar el peculio de gobernantes insensibles, que no cause dolor y sufrimiento a la humanidad.

Hemos perdido el verdadero sentido y comprensión del término Ser Humano, ser racional, ser pensante, dejando salir a flote el “homo homini lupus”, “el hombre es lobo del hombre”. Donde utilizamos la nimiedad de conocimiento que tenemos para someter, esclavizar, conquistar, saquear, humillar y hacer sufrir a seres humanos inocentes, niños y mujeres, más hombres desarmados, que lo único que tienen es su fe y esperanza puesta en mejores días para su prole. Donde todos somos ignorantes, a pesar de tener tantos títulos, con un conocimiento minúsculo y un ego enorme. No utilizamos ese conocimiento en beneficio, satisfacción y alegría de nuestro pueblo. Recordemos que “Yo solo sé que nada sé” decía Sócrates.

 

“El conocimiento es un universo infinito, un océano inconmensurable y nosotros somos pequeñas gotas de agua”. Boris Arias Pizarro.

 

El autor es Abogado.

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