lunes, julio 8, 2024
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“Cuidarnos” es una necesidad

Parte II

Lo que me sucede a mí, a nosotras, entre los que se dice y no, aprender juntas; espacio para ser creativa, para todas las cosas que me interesan, que me fascinan.  Sentirlas compartidas y empujadas desde las instituciones y entre todas. Consensuar, ceder autonomía a cambio de sentirme arropada, funcionar como un equipo verdadero. Entre el bolsillo y la cabeza, me quedaría con el corazón. También con la cabeza. Soy romántica, no me motiva la comparación, no me motivó la carrera profesional en medicina ni el complemento de farmacia.

Lynn Margulis escribió un libro de cuentos que está sobre la mesilla, sus peces luminosos me hablan en sueños. Mi novela no trata de un héroe solitario que sale adelante y lucha solo, mi novela es una fiesta de la inteligencia humana y trata de lealtad y cooperación entre compañeras. Como orgánulos dentro de las células. Mitocondrias amigas. De disfrutar del trabajo, de cuidarnos, y así poder cuidar. En la embotelladora el problema es soportar la pesada jerarquía que no da espacio. Aquí tengo la suerte de que se respete mi juicio. De que nadie me supervise. Pero ni eso sé si es una suerte. Si se trata de respeto, o de otra cosa, de algo como: te dejo en paz, sola, ahí arriba, y tú haces lo que tienes que hacer; yo no te ayudo, demasiada carne con lágrimas.

Una gestión humanista y una medicina empírica. Eso leo. Una gestión empírica también, una medicina amable, cuidadosa. Pienso. Una gestión compasiva. Aunar las dos lealtades. Para conseguir, qué bonito esto, para conseguir que la médica acabe su ejercicio con ánimo alegre y lleno aún de compasión por sus pacientes. Qué bonito. ¿Conseguirlo a través de un contrato de gestión? ¿Que los que te mandan, así, tan poco, te ayuden a cumplirlo? Qué extraño pensar que la gestión pueda ser la medicina de los cuerpos y los espíritus rotos y cansados de los sanitarios cuando lo necesiten. Que a través de medidas organizativas se procure la calma, una serenidad esperanzada. Que se sienta una realizada en el mismo lugar en donde ardió, al terminar con inercias que obstaculizan desde hace años asuntos importantes.  Serán las inercias o serán las quemaduras. Serán las inercias o serán las quemaduras, repito. En la intimidad del consultorio, en el encuentro con la otra, hablamos menos, decidimos tener en cuenta la mejor evidencia científica disponible y decidimos escuchar las preferencias personales de la paciente, decidimos no hacer nada que pueda dañarla, decidimos hacer aquello que pueda ayudarle, aquello que no nos hiera, eso tampoco, y también, decidimos hacer lo mejor para la sociedad a la que ambas pertenecemos, esto es, lo más eficiente. Decidimos seguir llenas de compasión, ella por mí y yo por ella, creer que merece la pena contribuir a esta sociedad donde poder realizarnos alegres, sin ambages. Pero los vacíos, pero el desamor, la desilusión, el cansancio, la enfermedad, la pobreza, los dolores. Es todo tan difícil…

 

Carmen Hernández Zurbano, médica, pediatra y residente de Medicina preventiva y Salud Pública, en España.

 

medicosypacientes.com

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