Es característica de todos los países pobres y subdesarrollados que los mayores índices de pobreza y dependencia se muestran a través del desempleo, un mal que no permite vencer al atraso y al subdesarrollo de donde provienen situaciones complejas, posiciones controvertidas en la política partidista y antagonismos entre quienes pudiesen superar estados graves de necesidades no satisfechas; no lo hacen porque, simplemente, no hay unidad para vencer situaciones de estancamiento y dependencia a los que muchas generaciones han supeditado su existencia.
En muchas ocasiones, la dependencia se ha hecho resignación debido a que hubo ayuda de organismos internacionales y países amigos que, lamentablemente, equivocaron los rumbos de su ayuda porque ella permitió situaciones que impiden a los pobres salir de los problemas por sí mismos, superar la dependencia con el propio trabajo, alcanzar producción de bienes y servicios e ingresar al campo de las exportaciones; en otras palabras, desestimar los medios de ayudas para crear empresas que impliquen empleo, producción y seguridad de alcanzar altos índices de superación. Estas realidades de siempre: depender de “ayudas y comprensión de los amigos” nos postergó y encadenó al atraso, a esperar todo de quienes, “comprensivos con los necesitados del mundo” acudirán de tanto en tanto con alimentos, medicamentos, ropa, medios financieros y otras formas de cooperación.
El desempleo ha sido, desde siempre, medio de anquilosar, suprimir y anular voluntades y capacidades para reaccionar y hacer que en cada persona sobrevivan las virtudes que permiten vencer las incapacidades, cancelan ansias de superación y deseos de cambiar lo estacionario o estático por conductas dinámicas, ágiles y capaces de vencer dificultades para sacar –especialmente a la juventud– de estados de postración y resignación, de incompetencia y anulación de virtudes que pudiesen alcanzar las condiciones de valores. Los mismos estados de parálisis habidos en las universidades y otros centros superiores de estudio se han visto estancados por la seguridad de que “pueden repetirse intentos en forma indefinida” al no pensar ni obrar con la debida dignidad y dotes de responsabilidad con los gobiernos que, en su mayoría, extendieron las manos en pos de ayudas aprovechando programas de socorro o simplemente vocación de cooperación de países amigos y organizaciones internacionales.
Gobiernos que han “descansado en sus laureles” haciendo abstracción de medios y sistemas para superar al marasmo, la desidia y la irresponsabilidad porque se crearon estados de confianza en “las riquezas que posee el país y que algún día serán explotadas”. Son falsas las premisas esgrimidas por regímenes de gobierno incapaces de planificar, organizar, crear y producir medios y sistemas que despierten las capacidades de los pueblos que, con seguridad, con los debidos impulsos, podrían superar estados de dependencia para vencer a la pobreza y al subdesarrollo mediante el trabajo y la producción logrados por la propia gente.
Muchas veces, la fragilidad de las democracias en las naciones ha dado lugar a que sus gobiernos no planteen a los ricos el principio chino: “No me des de comer, invierte en mi país dinero y tecnología para que yo produzca lo que necesito”. Esta sencilla verdad que, de aplicarse daría lugar a que los países pobres funden empresas productivas de bienes y servicios que logren no sólo satisfacer las necesidades del propio país sino de incursionar en las exportaciones; podría agilitar la economía, diversificarla y, lo más importante, crear empleo, perfeccionar la capacidad de sus jóvenes y conseguir independencia económica para la nación. Lo importante, no ser dependiente y lograr sociedades con los países ricos a los que se vendería lo producido, se compartiría utilidades conforme a precios fijados por las partes sin que haya imposiciones injustas y se respete la dignidad de los pueblos.
Estos medios, sencillos y prácticos, darían lugar a luchar más efectivamente contra la pobreza, allanar caminos para el desarrollo y progreso, conseguir independencia y adquirir la costumbre de ahorrar y luego invertir los propios capitales que sean fruto del trabajo de cada pueblo. Muchos regímenes, cuando se trata de proveer de empleo a los jóvenes, pretenden arrimarlos o condicionarlos a que sean proclives a su partido y al gobierno, que no sean independientes y libres, sino que estén supeditados a las políticas partidistas; esta es realidad que tuvo primacía en muchos casos y que la mayoría de los jóvenes considera inaceptables y contrarias a su dignidad.
Altos índices de desempleo en el país
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