El caso del imaginario golpe de Estado, pergeñado por Evo Morales durante su exilio dorado, ha sido reflotado con otro informe de la OEA que, efectivamente, sostiene que hubo fraude electoral. Más aún, reitera que «constituye una vergüenza hemisférica, por el cúmulo de irregularidades y por la manipulación flagrante del proceso electoral. Intentar validar este conjunto de irregularidades y por la destrucción de evidencia informática y material, de las elecciones observadas por la OEA en la última década, la de octubre de 2019 es probablemente la peor de todas».
Al respecto, en días pasados la Universidad de Salamanca también confirmó con un desmentido que el contrato acordado por el fiscal general, Juan Lanchipa, con el costo de varios miles de dólares, carecía de valor alguno, pues fue «cocinado» por una entidad apócrifa que nada tiene que ver con esa institución de prestigio mundial. Ese informe privado fue una falsedad, con la complicidad del Fiscal General, motivo por el cual organizaciones civiles le pidieron que renuncie a su cargo.
La nueva investigación de la OEA confirmó que la negación del fraude electoral de octubre de 2019 es una falsedad que, al ser comprobada por el pueblo, desató un levantamiento social que determinó que el entonces presidente, Evo Morales, abandone el país, previa su renuncia al cargo que ejercía, sin que alguien se lo pida, y su inmediata fuga al exterior, previas humillaciones, expresiones plañideras y angustiosos ruegos de auxilio a los gobiernos de México, Paraguay, Brasil, Colombia y Perú.
El argumento de «golpe de Estado» esgrimido por Evo Morales, por su obsesión de recuperar las riendas del Estado «a como dé lugar», sería una falsedad, categoría que es producto de una percepción deformada de la realidad, atribuible al carácter limitado de la práctica social.
Falsedad no debe ser confundida con error. Falsedad es algo contradictorio con la realidad, tergiversa conscientemente la situación, es la alteración deliberada de la verdad. En cambio, el error, –que no debe ser confundido con la falsedad– es solo una percepción ilusoria de la realidad, una acción equivocada del individuo.
La afirmación de que no hubo fraude tendría la calidad de falsedad, ya que, por tratarse de alteración deliberada de la realidad, resulta un absurdo, resultado de acciones equivocadas de personas sin relación histórico-social.
El fraude electoral, ¿error o falsedad?
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