Desde años atrás y en forma creciente, la estatua en homenaje al navegante Cristóbal Colón es víctima de un cúmulo de anáforas esdrújulas y atentados físicos de parte de grupos conocidos como rebeldes sin causa. Esa actitud irracional culminó hace poco, cuando enmascarados, sin valor para dar la cara, volvieron al ataque, pintarrajaron el monumento y destruyeron a combazos la faz de la figura de Colón, autor de un gran evento de la historia mundial y que se hizo a la mar, tratando de llegar a Europa por la India, sin saber la existencia de América. El monumento, tallado en mármol de Carrara, el más puro del planeta, quedó como símbolo a la ignominia y el vandalismo.
Pero lo que hay que ver, no es solo el acto de violencia, sino la causa que lo produjo. Se juzga en la figura de Colón los actos de violencia que habrían cometido los conquistadores desde que llegaron a América. Sin embargo, no se dice ni una palabra sobre la violencia de los incas en el territorio del Kollasuyo, durante los dos siglos anteriores al descubrimiento de América.
En efecto, los vándalos, carentes de conocimientos históricos, no se refieren a esa invasión y conquista incaicas en el Kollasuyo y menos hacen referencia a que los conquistadores que liberaron a los aymaras de un régimen de opresión colonial y esclavista, llegaron para establecer, en cambio, un sistema de libertad, introdujeron el dinero en vez del trueque, establecieron el goce de la propiedad, rebajaron los impuestos, devolvieron a los nativos el derecho de autodeterminación, trajeron el trigo, el caballo, árboles frutales, etc., y otros, aunque con posterioridad el régimen borbónico monarquista instauró un sistema colonial que determinó la rebelión indígena de 1781, las luchas libertarias de 1825 y, más tarde, el republicanismo contemporáneo.
En ese contexto, el acto de violencia contra el monumento no solamente debe ser considerado en su apariencia, sino en por qué se produjo. Debe ser estudiado en sus verdaderas causas, de tal forma de eliminar el origen del mal, acción que no solo debe estar a cargo de historiadores bolivianos, sino del gobierno ibérico y, en particular, de las autoridades diplomáticas de España.
En ese esquema, se puede adelantar, si no se encuentra solución de fondo, que la crisis cultural originada en el atentado contra el monumento de Colón, continuará con mayor virulencia.