Pese a las previsiones optimistas del gobierno, no se puede desconocer que vivimos un tiempo de crisis que es preciso superar o, por lo menos, disminuir; para conseguir ese objetivo no queda otro camino que haya conciencia, al margen del porcentaje mayor que debe tener el gobierno, que la actividad privada y la misma población sopesen la situación y entiendan que la responsabilidad de encontrar remedios es misión de todos.
Es evidente que la reactivación que se logre no conseguirá milagros y será un éxito o un fracaso conforme a la conciencia que se tome de todo ello. Conviene tener en cuenta que la grave crisis de salud que se enfrenta debido al coronavirus que nos sume en casi permanente pandemia, insume no solamente dinero sino preocupa a todos y tiende a postergar cualquier plan que se conciba. Para muchas personas esgrimir la creencia de que “el gobierno debe resolver los problemas” no es evidente porque si bien la mayor responsabilidad está en lo que planifique y haga, el sector privado debe cumplir un importante papel que, si lo cumple, será apoyado casi automáticamente por la población.
Las empresas públicas deberían cumplir a cabalidad los papeles que tienen asignados: mejorar y aumentar la producción, disminuir gastos, evitar la contratación de más burocracia que la que ya tiene es excesiva; se deben reducir al mínimo las “misiones” especiales al exterior y hacer que el gobierno encomiende a las embajadas que se tiene en cada país para que los embajadores o cónsules en su caso cumplan lo que haya que hacer. Las cámaras legislativas tendrán que cumplir con la parte que les corresponde para restituir la institucionalidad al país y olvidar sus miembros las luchas intestinas que los tiene embarcados en discusiones que no tienen ninguna trascendencia y menos importancia para el país y menos para superar las dificultades que haya que enfrentar tanto para superar a la enfermedad que causa tantas víctimas como para vencer cualquier tipo de problemas que vayan a presentarse; finalmente, las organizaciones sociales deberán postergar cualquier reclamación o problemas que tengan porque la atención de la crisis requerirá de tiempo y atención de gobierno y empresa privada y no están para sobrellevar nuevos problemas de los que ya se enfrentan.
Todo muestra hasta el momento que no hay muchas señales de que el gobierno tenga planificadas las medidas inmediatas que debe adoptar, cómo encararlas y cómo debe actuarse en conjunción con todas las instituciones del Estado y el empresariado privado. Es urgente, pues, que cada responsable de lo que haya que hacer cumpla la parte que le corresponda y no dejar para las “calendas griegas” soluciones que, de esperar indefinidamente, pueden perder todo efecto. Bien se debe repetir que parte de las medidas a adoptarse dependerá del papel constructivo que tenga el sector privado, de la puesta en práctica de iniciativas que superen viejos estados de frustración y postración a que, por mucho tiempo, nos hemos acostumbrado tanto los gobiernos como el pueblo.
Hay grave responsabilidad en todos los pasos que se den, adoptando posiciones más acordes con la urgencia de vencer el tiempo crítico en que vivimos y dando a todas las actividades una dinámica que contribuya a mejorar la producción y la productividad no solamente con el fin de crear riqueza, sino fundamentalmente para mejorar los ingresos de la población y aliviar los altos índices de desocupación que se sufre.
A todo lo dicho, es necesario reiterar que la mayor parte de los pasos positivos que se den depende del gobierno que, pese a las reticencias partidarias, debe observar conductas de gran austeridad, honradez y honestidad responsables; no reincidir en yerros que han sido características pasadas y tomar conciencia de que es gobierno para todos y que la política partidista debería circunscribirse a servir y olvidar la pretensión de servirse del país. Los éxitos o fracasos del gobierno serán del país y así debe quedar entendido; lo demás será demagogia y populismo irresponsables.
Reactivar la economía con responsabilidad compartida
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