domingo, diciembre 22, 2024
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Una historia de lucha detrás del balón en Afganistán

Desde que los talibanes, una milicia islámica que nació en la década de los 90, tomaron por asalto hace semanas el control del Gobierno de Afganistán luego del retiro de las tropas de los Estados Unidos, los afganos han comenzado a vivir un verdadero infierno. Este suceso provocó que muchos de ellos intentaran huir de su país a toda costa, recordándonos a uno de los personajes más importantes del deporte afgano que, a punta de una lucha constante contra los prejuicios extremistas, consiguió que muchas de sus compatriotas recuperaran parte de la vida que les había sido arrebatada: Khalida Popal.
UN DIFÍCIL DESPERTAR
Cuando Afganistán aún continuaba viviendo los cruentos estragos por las guerras entre soviéticos y mujahideenes financiados por los Estados Unidos, Khalida Popal (Papul, Afganistán, 21 de mayo de 1987) abría sus ojos por primera vez. El contexto no era el mejor, pues años después –cuando ella ya era una niña– se escucharía en cada rincón del país los desastres de un grupo que se hacía llamar el Talibán. No pasó mucho tiempo para que todas las mujeres afganas, quienes hasta antes de 1979 eran libres, vieran violentados todos sus derechos individuales hasta la extrema miseria.
Dentro de un país lleno de privaciones y medidas anacrónicas para la época, Khalida Popal encontró el refugio perfecto en el deporte, específicamente en el fútbol. Su madre, quien era docente de Educación Física, le regaló sus primeros botines como señal de que, aunque en las calles muchos intentasen atarla, ella podía correr libremente detrás de una pelota. Sin embargo, el ingreso de los talibanes a su natal Kabul provocó que ella y su familia se vieran obligados a refugiarse en la ciudad de Peshawar.
No fue sino hasta 2001, cuando los estadounidenses y británicos expulsaron a los talibanes, que Khalida Popal pudo ser más libre con un balón en los pies. Todavía existían ciertas reticencias por parte de algunos afganos al ver a mujeres jugando fútbol, empero, ella lideró a un grupo de amigas para hacerle frente a esos prejuicios arcaicos que muchos de sus compatriotas habían heredado de los talibanes. “Un día pasaron unos hombres y nos dijeron: ‘El fútbol no es cosa de mujeres. Que las mujeres lo practiquen supone un insulto a este deporte’. Aquella experiencia nos animó a luchar por nuestro derecho a jugar al fútbol, así como por los derechos de la mujer en general y por la igualdad de género”, contó en 2017 para el sitio oficial de la FIFA.
LA UNIÓN HACE LA FUERZA
Su ímpetu por sacar adelante un deporte que era de limitado alcance para las mujeres la llevó a ser escuchada por la Federación de Fútbol de Afganistán. Desde ese momento todo cambió para las chicas gracias a Khalida Popal: en poco tiempo ya habían disputado un partido amistoso ante la selección de las Fuerzas Internacionales de Seguridad de Asistencia en Pakistán, ganando 5-0. Posteriormente participaron del Campeonato Femenil del Sur de Asia, donde perdieron 13-0 ante Nepal.
LOS PRIMEROS GOLPES DEL EXILIO
Lamentablemente para Khalida Popal, su involucramiento en esta movida la llevó a recibir incontables amenazas de muerte y persecuciones en las calles que pusieron en peligro su vida. Tal como sucedió años atrás cuando salió de Kabul, tuvo que partir de Afganistán para encontrar paz en la India y posteriormente en Dinamarca, donde radica hasta el día de hoy.
Khalida Popal tuvo que pasar un montón de vicisitudes en el campo de refugiados de Dinamarca, ya que cuando intentó reintegrarse al fútbol en suelo danés una lesión en su rodilla propició su prematuro retiro del verde. Estando lejos de su familia, en un país desconocido y sin el fútbol como consuelo, la depresión fue el golpe más duro que tuvo que sortear por aquellos años. Cuando salió de ese complicado transe, su renovada vida la llevó a convertirse en toda una profesional graduándose en la Escuela de Negocios de Copenhague con mención en Mercadotecnia Internacional. Eso sí, no dejó de lado el deporte, su más grande pasión.
NO TODO ES COLOR DE ROSA
Con todo su conocimiento creó la organización Girl Power, un equipo enfocado en ofrecerle a las mujeres de minorías la chance de cambiar sus vidas mejorando su autoestima, confianza y seguridad en sí mismas.
Entre 2016 y 2018 su vida cambió una vez más, pues su preparación y dedicación al fútbol la llevó a ser galardonada con el Premio a la Paz y al Deporte en 2017, comenzó a estudiar Administración del Deporte como su segunda carrera, fue jurado en el Premio de la Diversidad de la FIFA y fue nombrada embajadora de la ONG Street Child World Cup.
Quizás una de las batallas más complicadas la tuvo cuando en 2018 descubrió que dentro de la Federación de Fútbol de Afganistán estaban abusando de las jugadoras de la selección femenil. Lo peor de todo fue que el presidente, Karemuddin Karim, era el cabecilla de una red que se encargaba de abusar sexualmente de las futbolistas, hasta el colmo de cobrarles cupos por seguir perteneciendo a la selección. Finalmente, todo se descubrió y los involucrados pagaron por sus abominables actos.
Todo lo que ha ocurrido durante estas últimas semanas en Afganistán se trajo abajo todo lo que hasta hace unos años Popal había conseguido. “El gobierno de Afganistán se rindió. Activistas por los derechos de las mujeres y nuestras jugadoras de fútbol han estado luchando contra el grupo que ahora lidera el país. Las mujeres activistas y nuestras jugadoras necesitan protección más que nunca. Sus vidas corren gran peligro”, escribió Popal en su cuenta de Twitter. Con los talibanes actuando a diestra y siniestra, el escenario y el futuro para su querido país son desoladores.

75 jugadoras logran salir

Las jugadoras de la selección nacional de fútbol femenino de Afganistán lograron una “importante victoria” el pasado martes al entrar en un grupo de más de 75 personas evacuadas en un vuelo desde Kabul. El sindicato internacional de futbolistas FIFPRO dio las gracias al gobierno de Australia por hacer posible la salida de las jugadoras, de miembros del equipo y de familiares, mientras siguen los trabajos para ayudar a más personas a abandonar ese país.
El equipo afgano se creó en 2007 en un país donde que las mujeres practicasen deporte era visto como un acto político de desafío contra los talibanes. Este mes se aconsejó a las jugadoras que borrasen sus publicaciones y fotografías con el equipo en redes sociales para evitar represalias tras la caída del gobierno respaldado por Estados Unidos y la comunidad internacional.

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