domingo, septiembre 1, 2024
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Extremo conflicto de la coca de Yungas

Si en lo personal el acaparamiento de bienes y riquezas es inaceptable y egoísta, lo mismo ocurre por los potentados o consorcios corporativos, apartándose de lo humanamente solidario y correcto. En la administración del Estado o de gobierno el equivalente puede ser el dominio e intervención de toda actividad con finalidades totalitarias. El gobierno actual no se sacia con el acaparamiento de todo el Estado a cargo de sus militantes y lo repite por el control de las asociaciones y sindicatos valiéndose de la división o de organizaciones paralelas a su servicio. Esta práctica tiene reflejo en el ámbito cocalero de Yungas. Algunos ejemplos de este manejo lo vemos en las juntas vecinales, la CIDOB –ahora en plena marcha hacia Santa Cruz— y al presente con la Asociación de Productores de Coca (Adepcoca).
Este problema se ha concentrado en dicha Asociación desde hace más de un mes, hasta haber logrado la usurpación de su sede en Villa Fátima, que es, además, mercado de expendio de la hoja, reconocida por ley. Este tira y afloja se inicia con la elección de Armin Lluta como presidente de Adepcoca, supuesto oponente al partido de gobierno. En la contienda electoral perdió una ciudadana yungueña de las filas del MAS, quien inició la ofensiva contra Armin Lluta.
El gobierno pretende de todos modos imponer su dominio entre los cocaleros —en lo cual mucho tiene que ver Eduardo del Castillo, Ministro de Gobierno—, para ese fin como por arte de magia hizo aparecer como titular de Adepcoca a Arnold Alanes, tercero en discordia. Aunque éste dice haber vencido presuntamente por mayoría de votos. De la noche a la mañana, Alanes apareció como máximo dirigente de los cocaleros. Para sentar sus reales, acompañado de terceros asaltó la sede en altas horas de la madrugada, dinamitó la puerta principal, cometió desmanes y desalojó a los ocupantes del sector contrario. Se dice que el hecho estuvo apoyado por la Policía. La represión se ha endurecido frente a los que intentan la retoma del local. La UTOP, en particular, se aleja de su misión de defensa de la sociedad y toma partido.
Por otra `parte, la represión se ha convertido en asedio y ataque a los vecinos y a las viviendas de las once villas, involuntario escenario de los enfrentamientos con profusión indiscriminada de gases lacrimógenos, llegando a incendiar un piso de algún edificio del lugar. Los vecinos se han manifestado portando banderas blancas, pero sin tregua ni consideración son reprimidos por igual. El gobierno comete todo extremo a fin imponer su voluntad omnímoda, delatando su intencionalidad totalitaria.

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