sábado, diciembre 21, 2024
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La última batalla del aviador

Juan Mendoza comprobó esa mañana de 1921 su vestimenta: la chamarra de cuero, los guantes de prebil, la gorra enteriza y las antiparras para proteger su rostro. Faltaba poco para emprender el vuelo en el biplano “Oruro”. A su lado, el copiloto Ángel Mardesich lo miraba entre nervioso y animado. “¡Por Bolivia!”, estrecharon sus manos.
No adivinaban que un siglo después su hazaña sería olvidada, su amada tricolor desfigurada y el escudo nacional alterado. La ruta desde Poopó a Oruro, que festejaron desde el aire, en el nuevo siglo es la vía de los chutos y el contrabando.
Mendoza nació en 1893 en Obrajes, en el departamento de Oruro, al oeste de Bolivia. A los ocho años había prometido vencer la gravedad después de ver el espectáculo de un globo aerostático en la pujante ciudad minera. En 1919 protagonizó un raid en bicicleta desde Oruro a La Paz ganando a los pesados carretones. Él quería volar como el chileno Luis Pace en Papel Pampa o como el estadounidense Donald Hudson que surcó el cielo entre Viacha y La Paz.
El Estado intentaba crear una Escuela Militar de Aviación y Oruro quería ser la sede. En 1915 un comité especial recaudó fondos con ese propósito. Los ciudadanos pagaron los cursos de Mendoza en Argentina en 1916. Ahí le ofrecieron trabajo, pero él prefirió retornar porque era agradecido y quería romper el mito sobre la altura.
Otros aportes de empresarios orureños le ayudaron a comprar un bimotor Fiat de segunda mano en Buenos Aires. La internación del aparato fue el prólogo de la hazaña: primero hasta la frontera de la Quiaca, desmontarlo para seguir por el camino de tierra, volver a montarlo para volar desde Uyuni a Potosí como homenaje al 10 de noviembre.
El vuelo del 19 de noviembre lo consagró como el primer piloto boliviano. Una multitud de 40 mil curiosos lo esperaba para festejarlo, tocar sus manos, pasarlo de hombro en hombro, mientras sonaban alegres huayños y los gritos: «Viva Mendoza», «Viva Oruro», «Viva Bolivia». Orgullo por un joven que mostraba tanta valentía.
Mendoza lo había logrado a pesar de que el presidente Ismael Montes le negó apoyo porque su familia era de la oposición. En cambio, Bautista Saavedra quiso aprovechar su popularidad y le propuso una candidatura electoral. El piloto orureño no aceptó concurso y la venganza oficialista fue enviar unos funcionarios que le quitaron el avión «por no pagar impuestos».
Mendoza, en cambio, donó su casa familiar para una escuela. Actualmente ningún establecimiento educativo lleva su nombre, mientras decenas de políticos ponen sus apellidos en obras públicas. En 1945, la alcaldía orureña decidió reivindicarlo nombrando «Juan Mendoza» al aeropuerto. Sin embargo, en 2013 los asambleístas del MAS quisieron reemplazarlo por el de Evo Morales, en lo que alguien calificó el sumun del llunquerío. Como a inicios del siglo, la población orureña se organizó para rechazar el intento convocando a un gran paro cívico. Juan Ramón Quintana dijo que era una movilización «estéril» y Morales la calificó de «política». El atrevimiento fue derrotado.
Aunque sin avión, el joven piloto siguió practicando en Cochabamba hasta el estallido de la Guerra del Chaco. Ahí partió para atender la maestranza. Supo de las hazañas de Manuel Marzana y de los que defendieron Boquerón; de los hermanos Gutiérrez que bajaron desde Itaguazurenda y Charagua; de los stronguistas que defendieron la cañada; de los Walter Montenegro que dejaron el escritorio; de los pintores Gil Coimbra y Cecilio Guzmán de Rojas; de: Víctor Ustárez, Bernardino Bilbao la Vieja, Alberto Taborga, Pablo Sullcamayta, Pedro Chura, Francisco Cuchallu, Ricardo Roque Condori, Carmelo Cuéllar, Sabino Yacuara, Germán Jordán y los 1.008 voluntarios de Alihuatá. Walter Kohn, veterano de la Primera Guerra Mundial, uno de los muchos migrantes que fueron a defender el Chaco, murió gritando: «¡Viva Bolivia!» levantando la rojo, amarillo y verde.
Mendoza sufrió la derrota nacional como sufriría hoy viendo la tricolor reemplaza por una enseña instrumentalizada y al escudo histórico trocado por una cruz falsificada que lo reemplaza en todas las imágenes del Estado boliviano. Los héroes y mártires murieron defendiendo una Patria, no un partido.

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