¿Qué importancia tiene el país para algunos actores políticos? Parece que ninguna. Prueba de ello es que priorizan sus objetivos mezquinos y por ese afán se olvidaron de aquél que sobrevive a la crisis económica y la pandemia. Con una deuda externa estimada en 12. 172 millones de dólares. Por consiguiente: buscan la confrontación y no la pacificación, la persecución y no la persuasión, la ofensa y no la reconciliación, el “enguerrillamiento” y no el desarme, la bravata y no la calma. Tratan de imponer sus designios, inclusive con amenazas a la libertad, en democracia.
Habría que bajar, por lo visto, la tensión política, pensando, particularmente, en la Patria, digna de mejor destino. Acá, quienes presumen de “patriotas” deberían contribuir con ese propósito, que es el imperativo del momento. La Patria está por encima de todo interés particular o de grupo.
Asumir la actitud con desprendimiento y humildad, despojándose de siglas y colores políticos. Deponiendo acciones que destruyen sin piedad la imagen ciudadana y de sus instituciones. Como aquéllas que las tildaron de “golpistas”. Cosas que jamás ocurrieron, en los últimos tiempos en Bolivia. Hemos superado los resabios de la barbarie, desde hace aproximadamente 39 años. Lo demás es un cuento burdo.
Aquéllos políticos si de veras aman la Patria deberían afianzar la paz, el entendimiento y la reconciliación, en la búsqueda de tiempos llevaderos, con verdadero espíritu de transformación. Que permitan encarar los problemas nacionales más apremiantes. Que respalden la búsqueda de condiciones de vida con empleo, salud y educación, en una época de crisis económica, consecuencia de la caída de los commodities en mercados externos. Objetivos que cambiarían el curso de la historia boliviana y lavarían el rostro de la gente que no cesa de sembrar cizaña.
Políticos que deberían ratificar su vocación de servicio, no sólo al partido, sino, fundamentalmente, a la Patria. Trabajar no sólo pensando en unos cuantos, sino en todos los que representan el país. Nos referimos a su población –entre orientales y occidentales, aymaras y quechuas, pobres y ricos– que vive empujando el carro del progreso, con trabajo honesto. Sacrificando, inclusive, su propia tranquilidad. Sin pedir algo a cambio, sino buscando la prosperidad de ella.
La perspectiva que persigue es la construcción de una Bolivia Nueva, sin los defectos de un pasado abominable, que conlleva la politiquería barata, intrigante y revanchista. Una Bolivia que responda a los retos del momento, generando empleo, en unidad y democracia. Promoviendo el bienestar social para unos y otros, lejos de las rencillas. Recordemos que los más necesitados se multiplicaron en pandemia. Una Bolivia que no debería alejarse de la agenda de éstos o sea de sus necesidades básicas y palpables. Asimismo, de quienes claman justicia, debido a que ésta se ha inclinado ante ciertos intereses.
En suma: es el momento de cerrar filas en torno a los supremos intereses de la Patria. ¡Ahora o nunca!
Bajar la tensión política
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