domingo, diciembre 22, 2024

Cosmos (2)

Continuando con este breve comentario sobre el libro de Carl Sagan, me referiré hoy al recuento que hace en relación con algunas características de nuestros vecinos en el sistema solar, por ejemplo: “al seguir los rasgos de la superficie que se iban moviendo de acuerdo con la rotación de Venus, se pudo determinar por primera vez con seguridad la longitud de su día: el tiempo que tarda Venus en dar una vuelta sobre su eje. Resultó que Venus gira con respecto a las estrellas, una vez cada 243 días terrestres, pero lo hace hacia atrás, en dirección opuesta a la de los demás planetas del sistema solar interior. Por consiguiente, el Sol nace por el oeste y se pone por el este, tardando de alba a alba 118 días terrestres”.

Otro aspecto sobre Venus. “Cerca de una docena de vehículos espaciales de la Unión Soviética y de los Estados Unidos han entrado en la densa atmósfera de Venus y han atravesado sus nubes, unos pocos han sobrevivido durante casi una hora en su superficie”.

Prosiguiendo con la experiencia de conocer de cerca otros planetas de nuestro sistema solar, señala: “nuestro encantador planeta azul, la Tierra, es el único lugar que conocemos. Venus es demasiado caliente, Marte es demasiado frío. Pero la Tierra está en el punto, y es un paraíso para los humanos. Fue aquí, al fin y al cabo, donde evolucionamos”.

El capítulo V titula: “Blues para un planeta rojo” el cual comienza: “hace muchos años, según reza la historia, un célebre editor de periódicos envió un telegrama a un astrónomo destacado: –telegrafíe inmediatamente quinientas palabras sobre posible existencia de vida en Marte–. El astrónomo respondió obedientemente: lo ignoramos, lo ignoramos, lo ignoramos…  250 veces”.

Nuestro autor se pregunta: “¿por qué marcianos? ¿Por qué tantas especulaciones vehementes y tantas fantasías desbocadas sobre los marcianos, y no por ejemplo sobre los saturnianos o plutonianos? Pues porque Marte parece, a primera vista, muy semejante a la Tierra. Es el planeta más próximo con una superficie visible. Hay casquetes polares de hielo, blancas nubes a la deriva, furiosas tormentas de arena, rasgos que cambian estacionalmente en su superficie roja, incluso un día de 24 horas”.

Con estos interrogantes en mente Sagan trata, con mucha atención, lo que está sucediendo en los últimos años con las exploraciones espaciales, mediante el envío de naves no tripuladas que mediante la tecnología moderna empiezan a enviar fotos de sitios en los planetas próximos.

Así: la Unión Soviética mantiene un activo programa de exploración planetaria con naves no tripuladas. Cada uno o dos años las posiciones relativas de los planetas y la física de Kepler y de Newton permiten el lanzamiento de una nave espacial a Marte o a Venus y han conseguido enviar datos desde su superficie, una hazaña no despreciable en una atmósfera planetaria tan caliente, densa y corrosiva. Sin embargo, y a pesar de muchas tentativas, no ha conseguido aterrizar en Marte. Un lugar que, a primera vista, parece más acogedor, con temperaturas frías, una atmósfera mucho más ligera y gases más benignos, con casquetes polares de hielo, claros cielos rosados, grandes dunas de arena, antiguos lechos de ríos, un vasto valle de dislocación; lava hermosa y volcánica al menos conocida por nosotros, del sistema solar y suaves atardeceres de verano en el ecuador. Es mucho más parecido a la Tierra que Venus.

Después de estas experiencias soviéticas, los Estados Unidos coincidiendo con su bicentenario en julio de 1976 lanzaron el “Viking” y luego le siguieron otros envíos exitosos que están ampliando gradualmente el conocimiento sobre este COSMOS que relata Sagan.

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