Hay que convenir en que todo tratado o estudio histórico, sociológico o filosófico, forzosamente coincide con una interrogante: ¿Por qué el hombre siempre está contra el hombre? La verdad para todo tiempo es que no hay enemigo mayor del hombre que el hombre mismo; esta es una realidad aplicada a todas las generaciones porque simples exámenes de la historia muestran que todo lo avanzado por la humanidad, no siempre tiende a beneficiar al ser humano, sino que busca su destrucción o aniquilamiento.
La humanidad avanzó en los campos de la ciencia, la tecnología, las artes, la cultura en todas sus expresiones; los valores acumulados en estos campos son infinitos y todo muestra que se han dado pasos gigantescos que maravillan a las generaciones de los últimos tres siglos y mucho más lo hizo a los hombres que vivieron en los primeros años del tercer milenio de la era cristiana; pero, en todo caso, se debe convenir en que los avances logrados en casi todos los campos y que han beneficiado a la humanidad, por grandes e importantes que sean, resultan mínimos comparativamente con lo hecho por la ciencia y la tecnología armamentistas que han logrado avanzar en inventos y técnicas superiores para fabricar armas destinadas a exterminar, destruir para matar, que resultan infinitamente mayores que todo lo hecho en beneficio del ser humano, dejando de lado todo lo que significa erradicar enfermedades, asegurar mejores condiciones de vida, avances que han conseguido, efectivamente, hedonismos y disfrute de beneficios incalculables para los hombres; pero, ¿a cambio de qué? De estados lacerantes de pobreza siquiera en un 60% del total de seres humanos de muchas generaciones y son las estadísticas que muestran que la pobreza es la mayor enfermedad de la raza humana.
Como corolario de cada avance en los programas destinados a las guerras, es haber logrado la peor relajación moral que puede sufrir el ser humano: como saldo funesto de sus avances en todo sentido, se convirtió en el mayor destructor de la creación, de la naturaleza creada por Dios para que beneficie a todas las generaciones del hombre, que se ha convertido en la causa y el instrumento para el deterioro del medio ambiente, un atentado permanente a los bienes de la creación.
Cuando se habla de pobreza, conviene examinar las dos acepciones: la pobreza de virtudes que se hagan valores y principios en el curso de cada vida; la falta de medios de vida que hacen a la existencia del ser humano ser más llevadera y soportable, que se logre la unidad y la felicidad de todos compartiendo los productos otorgados por la misma naturaleza y por la obra y tecnología del propio ser humano que, en todo tiempo y circunstancia de enfrentar guerras, pobreza y enfermedades, se ha preguntado: ¿Por qué la soberbia del ser humano ha decidido suplantar la misericordia del Creador y no ha utilizado todo el dinero y medios de la ciencia y la tecnología en favor del ser humano? ¿Cuánto ha invertido en mantener ejércitos, los ha pertrechado y provisto de todo tan sólo con la misión de destruir y matar? ¿Por qué razón no se invirtió tanto dinero para lograr que la pobreza, las enfermedades, el hambre y urgencias del ser humano desaparezcan y se creen industrias y medios de producción destinados al perfeccionamiento de los pueblos?
Vista muy superficialmente la inversión última en Afganistán, se toman cifras que rondan billones de dólares y resurge la interrogante ¿Y cuánto se oculta del costo de todo lo invertido y qué precio tienen las vidas de tantos muertos y destrucción de pueblos? Calcular todo ello es imposible. Entonces, ¿Tan “dulce” es la soberbia para pocos que determina que todo sea “vinagre” para la mayoría de la población mundial?
La humanidad, desde tiempos inmemoriales, ha olvidado su moral, o sea el conjunto de virtudes que le determinen contar con un espíritu, un alma y sentimientos para lo bueno, noble y constructivo en beneficio del ser humano; es decir, crear las condiciones para el reinado de la unidad, el entendimiento, principios y conductas que signifiquen incremento del amor, fraternidad, solidaridad, caridad y vocación de servicio como medios que determinen ser instrumentos para conseguir la paz, la concordia y el bienestar de la humanidad con el objetivo supremo de desterrar el armamentismo y las guerras, suprimir las discordias y la desunión entre naciones con la finalidad de anular apoyos, directos o no, a los fabricantes de armas, a las hegemonías que buscan el dominio de unos sobre otros y, además, apoderarse de bienes que son o deberían ser comunes a todos con miras a que el planeta vuelva a tener la condición de bien perfecto y maravilloso creado por Dios para beneficio de todas las generaciones.
La ausencia de valores morales da lugar a más pobreza mundial
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