¿Por qué insulta el dirigente cocalero del Chapare Evo Morales Ayma a la vocera de la Unión Europea calificándola de «mentirosa»? ¿No debería, al contrario, estar agradecido con un organismo internacional que lo protegió, que lo defendió en diferentes espacios económicos y políticos?
Las palabras empleadas por Morales son de un calibre que no debería salir de la boca de un exmandatario, así sea de un país periférico como Bolivia. Al inicio pensé que era una noticia falsa, hasta que la reprodujeron periódicos serios con base en la cuenta de Twitter del líder del Movimiento al Socialismo (MAS).
Calificó a Nabila Massrali de mentir sobre los sucesos de octubre noviembre de 2019 «para atacar al gobierno democrático del hermano presidente». La acusa de proteger a los «asesinos de indígenas». Pocos presidentes bolivianos han sido tan descuidados en sus discursos; en el Siglo XIX el caudillo bárbaro Mariano Melgarejo no consideraba la importancia del verbo y del sustantivo; en el Siglo XX Luis García Meza de la narco-dictadura despotricaba con similar fiereza.
Existen muchísimos documentos originales, fuentes primarias, periódicos en las hemerotecas, libros, folletos, memorias, que muestran que la Unión Europea –sobre todo los principales países desde su embrión inicial– es una socia leal y permanente con Bolivia. Es la entidad que ha alentado una cooperación amplia y sin condicionamientos. Es el paraguas que ayudó en diferentes momentos de la historia contemporánea a los bolivianos perseguidos por sucesivos gobiernos en los años 70 y 80.
La UE ayudó con sus mecanismos internos a conquistar y a consolidar la democracia boliviana en los primeros años, entre 1982 y 1985, cuando aún no estaba desvanecido el fantasma del militarismo y la construcción de instituciones tambaleaba.
Miembros del parlamento europeo como también dirigentes políticos de la socialdemocracia, de la democracia cristiana, de los verdes, fundaciones, autoridades nacionales y locales extendieron su mano para capacitar a cientos de bolivianos en los estándares de un país con libertades democráticas, principalmente la libertad de prensa. La preocupación por la estabilidad democrática en América Latina es uno de los pilares explícitos en las relaciones diplomáticas de la UE. Envía misiones electorales a varios continentes y desde este siglo a Bolivia también.
Es largo apuntar la cantidad de nombres de representantes que en estos años estuvieron presentes para cooperar en el desarrollo económico, en el desarrollo local, en la participación popular, en el empoderamiento indígena, en la difusión de los derechos de las mujeres, en asuntos del medio ambiente.
Cuando fue necesario, como en las vísperas del 10 de octubre de 1982, la comunidad europea acompañó la lucha del pueblo boliviano para restaurar el sistema democrático tímidamente iniciado en 1978. Declaraciones, presiones, desconocimiento a los narcodictadores, auxilio a los exiliados, campañas por los presos y –finalmente– acompañamiento a la ola de protestas que culminaron con la posesión del primer gobierno civil.
Durante los 14 años del gobierno de Morales, la UE mantuvo su apoyo al Estado boliviano y al propio presidente, en forma a veces demasiado entusiasta y poco crítica con lo que pasaba en materia de Derechos Humanos. Sobran anécdotas.
Gracias a la aceptación de representantes de la UE –particularmente españoles que conocen de crisis políticas (al menos tres con especial amor por Bolivia por razones personales)– que mediaron en medio de amenazas y cercos, el país encontró una salida pacífica. La UE le dio el sello de garantía y de confianza a las reuniones en la UCB.
Gracias a los mediadores bolivianos, gracias a los valientes sacerdotes, gracias a la decisión de Jeanine Áñez, gracias a todos los que permitieron llenar el vacío de poder y permitir elecciones libres y que este domingo celebremos otro aniversario del 10/10/82.
La UE y la democracia en Bolivia
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