A veces al conocer a una pareja, intuimos que la relación se va estrellar en cualquier momento, pero no la cortamos en su momento, quizás por miedo o por prudencia, quizás por falta de fortaleza o de atrevimiento.
Algunas veces hay relaciones que nacen viciadas o se vician en su transcurrir, ya que los cimientos están rotos y mientras más tiempo pase, más sufrimiento va a acarrear. Por tanto, es muy peligroso dar pasos hacia adelante cuando los dos no están sintonizados con el mismo propósito, sentimiento y objetivos en común.
Una de las razones para no casarse es adquirir un compromiso por lastima y se espera el agradecimiento del otro. Te puedes equivocar por atender solo al atractivo físico, el dinero o posesiones, posición social, olvidando que los aspectos más decisivos serán su carácter, su personalidad, sus defectos y virtudes, los intereses comunes y su concepción de la vida.
El miedo a quedarte solo o sola, el afán de independizarte de los padres, estar embarazada o casarte por compasión pensando en que podemos ayudarle, es un error.
También la sexualidad por sí sola no puede hacer que una relación se mantenga. Donde solo hay sexo, el compromiso no es entre personas sino entre cuerpos. Eso terminará decayendo.
No sé quién inventó lo de “la media naranja”, para referirse a que estamos incompletos y queremos encontrar a la otra mitad. Pregúntate si la persona que tienes a tu lado te ama íntegramente, a tu pasado, a tu familia, tus experiencias pasadas, “el combo completo”.
Aunque nuestro amor parezca indestructible, necios seríamos si no lo cuidamos y muchos olvidan este aspecto. Las parejas que se separaron se amaron también, convencidas de que se amarían siempre. Descuidar el amor es matarlo. No pensar en cómo amar más, mejor, es amar menos.
Creer que uno puede encontrar la felicidad en otro sitio, con menos exigencias, menos obstáculos, menor implicación, menos entrega es solo engañarse y retrasar un fracaso mayor que lo único que dejará es un vacío.
Quien ama teme perder lo que tiene y lo custodiará como lo más preciado que tendrá, sabiendo que no lo merece y que si lo descuida se le marchará, sin darse cuenta que no estuvo a la altura del amor del otro.
Aprender a dar y recibir gratuitamente requiere una reeducación de nuestra psicología. El único regalo real es dar una porción de ti mismo.
Todo el mundo quiere ser feliz. Es más, nadie que no estuviera enfermo mental podría dejar de tender a la felicidad. Es una necesidad vital. Nuestro futuro será en parte lo que estemos creando. Construye el futuro en el que quieras vivir.
Lic. Mariela Baldivieso Lema, Psicologa Clínica.
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