“Bolivia, esencialmente minero y seguirá siéndolo, mientras en el mundo haya demanda de minerales para la industria”, sostenían, de manera insistente, algunos personajes, en los años 50 del siglo pasado. Mucho antes que se haya asumido la nacionalización de las propiedades de Patiño, Hochschild y Aramayo, obviamente. Ahora resurgirá nuevamente como el país exportador en ese renglón.
La minería, en este contexto, ha desplazado en las últimas semanas a los hidrocarburos, en materia de exportación. Volveremos a ser lo de antes: mineros, con “guardatojo”, barreno y combo. Con “palliris” recolectando el “metal del diablo”, en las remanentes de las operaciones mineras. Una suerte que recayó sobre quienes recuperaron el Poder el pasado año. Ahora presumirán que es obra de la gestión que presiden y no del repunte de los minerales en mercados externos.
Los recursos mineralógicos, como los hidrocarburíferos, tuvieron su época de auge, indudablemente. Bolivia figuró en el mundo como el primer productor de estaño, desde principios del Siglo XX. En la década de los veinte, según mencionan las estadísticas, el estaño registró la cotización más alta, significando prosperidad para el país. Y la mayor producción corresponde al año 1929. Una actividad que le dio muchas satisfacciones en el pasado. Fue la columna vertebral, de una u otra manera, de la economía nacional.
Hasta que llegó la crisis de los años 80 del siglo pasado, que obligó a echar a la calle a más de 26.000 trabajadores, mediante el Decreto Supremo 21.060. “Ahora queda una gran cantidad de gente sin trabajo”, manifestó el Coadjutor de La Paz y miembro de la Conferencia Episcopal Boliviana, monseñor Alejandro Mestre. “Bolivia se nos muere” afirmó el dignatario de Estado, Dr. Víctor Paz Estenssoro, al suscribir dicha medida, desde luego impopular, pero necesaria para su tiempo.
Gobernantes y gobernados, obviando siglas y colores políticos, deberíamos hacer rogativas al Ser Supremo, para que el precio de los minerales no vuelva a caer en mercados internacionales. Aquél, recientemente, tuvo un serio repunte, que inyectó cifras considerables al erario nacional, tan esmirriado en los últimos años. El país, por consiguiente, recibió, de enero a julio del 2021, el monto que sobrepasa los 3.000 millones de dólares, por exportación de dicha materia prima. Mientras los hidrocarburos se han limitado en reportar la suma de 1.311 millones de dólares. He ahí las diferencias en materia de exportación boliviana.
Pero países vecinos, como Chile y Perú, nos compiten de lejos, en esta actividad extractiva. Nosotros acá tenemos, al margen de sectores estatales, a San Cristóbal, Manquiri (San Bartolomé), San Vicente y Don Mario, que representan a la inversión extranjera.
Los trabajadores mineros se constituyeron, en un momento determinado, en la vanguardia revolucionaria del país. Recordemos que ellos contribuyeron al triunfo de la insurrección popular de la década del 50. Entonces no había movimientos sociales, cocaleros ni cosas parecidas. Los obreros de ese rubro fueron puntales, indiscutibles, para alcanzar las transformaciones que hoy merecen ser profundizadas.
En suma: si el precio de los minerales se mantiene, o tiende a subir, mucho mejor para el país, porque siempre ha vivido de los recursos naturales, no renovables, del subsuelo.
Bolivia, un país minero
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