domingo, diciembre 22, 2024
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Democracia: desafíos centenarios, agenda pendiente y hoy

A 39 años de la recuperación democrática no es fácil alentar una visión optimista del país, mucho menos cuando no podemos superar la crisis que estalló el 2019-2020. Y es que la continuidad democrática de estas casi 4 décadas solo se logró con la superación de otras crisis y de otros momentos dolorosos.
Hoy nuestra Democracia debe ser analizada desde 3 miradas convergentes: Desde los problemas centenarios irresueltos; desde la agenda democrática pendiente; y desde la coyuntura actual de peligrosa polarización. Veamos:
1.- Hasta hoy no superamos el lastre centenario de nuestras herencias coloniales: el racismo y las discriminaciones étnicas y de género; el centralismo burocrático e ineficiente; y el extractivismo depredador e improductivo. Ese lastre se mantiene pese a distintos esfuerzos gubernamentales que solo produjeron avances transitorios. La insatisfacción histórica de nuestra sociedad, con los magros resultados de todos los gobiernos de este tiempo democrático, está a la base de las sucesivas crisis. La demanda permanente de nuestra colectividad de mejores gobernantes, ha marcado no solo la permanente tensión entre estado y sociedad, sino que, en sus acumulaciones, ha visibilizado el agotamiento de gobiernos y ciclos estatales que no resolvieron los problemas. Primero fue el agotamiento tardío del “estado del 52” que diluyó a la UDP y a esa gran acumulación democrática antidictatorial. El modelo neoliberal, el de mayor alcance temporal, también se mostró vacío e incapaz de promover productividad, equidad y desarrollo después de 20 años de libre mercado, de inversión extranjera y de privatización. Por eso la acumulación y las esperanzas se trasladaron al MAS que, desde el 2006, encabezó otra propuesta estatal que pretendió implantar un “modelo social comunitario” que devino en el populismo autoritario, que enfangó las propuestas de inclusión indígena, desarrollo productivo plural y descentralización. Cada “agotamiento” fue acompañado de profundas crisis y tensiones, pero la continuidad democrática se mantuvo porque, apelando una y otra vez a la soberanía popular del voto, se logró renovar los horizontes estatales.
2.- La agenda democrática, a 39 años de su recuperación, amén de los problemas centenarios irresueltos, tiene entre sus temas pendientes la impunidad autoritaria de casi todos los gobiernos, la corrupción extendida en casi todas las administraciones, el autoritarismo ejercido desde casi todas las estructuras de poder, la violencia como forma de solución de los conflictos, el machismo y la misoginia como comportamiento público y privado generalizado, y la ausencia casi absoluta de institucionalidad, donde la carencia mayor es una administración de Justicia miserable, sometida al gobierno de turno e incapaz de frenar al poder y defender al ciudadano. Hoy requerimos un gran pacto por la ética política, la tolerancia democrática, la sanción de los actos gubernamentales delictivos, la eliminación de la violencia en nuestras relaciones familiares y sociales y la profunda reforma del sistema de justicia.
3.- La coyuntura actual parece no tener horizonte próximo porque, pese a la transición y el voto del año 2020, no estamos superando lo estructural de la crisis anidado en el agotamiento de la propuesta “social comunitaria” del MAS. No hay señal alguna de “restablecimiento del proceso de cambio”, y la visión inicial plasmada, en parte, en la nueva Constitución Política está ausente en las líneas gubernamentales que ni siquiera alcanzan para cumplir los urgentes mandatos del voto de hace un año, resumidos en reactivación económica, atención sanitaria y pacificación. Son inciertas las políticas económicas, son insuficientes las medidas sanitarias y, contrariamente a la pacificación, el gobierno cada día dinamita la concertación, exacerba la polarización, necesitado del conflicto para sobrellevar su anomia gubernamental.
En la vereda de la oposición, las perspectivas no son mejores. Las dos fuerzas con presencia parlamentaria apenas están tratando de organizar sus bancadas, y no hay visos de que puedan alentar una construcción programática alternativa. Los nuevos alcaldes y gobernadores, antes de proyectar un nuevo liderazgo nacional, tienen que viabilizar sus gestiones que, sin embargo, ya están siendo entorpecidas por el acoso represivo del gobierno.
Me queda claro que, a 39 años, la fortaleza democrática está en la sociedad y que sus debilidades son responsabilidad de los gobiernos. Por ello, hay que recuperar el optimismo fortaleciendo la energía democrática de la sociedad y alentando verdaderos liderazgos para los años próximos.

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