viernes, septiembre 27, 2024
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Los violentos ¿pueden cambiar?

Valeria Sabater

¿Puede un violento tomar conciencia del daño causado y cambiar? ¿Sirven de algo los programas de intervención a personas agresoras? La primera respuesta que nos puede venir a la mente es que «no», pero hay algún matiz…

¿Los maltratadores pueden cambiar? ¿Puede demostrar algún tipo de cambio la persona que lleva años usando la violencia como forma de lenguaje e instrumento de poder? Desde que se iniciaron en los años 80 los primeros intentos por abordar la lacra social de la violencia en la pareja, del abuso y el maltrato en cualquiera de sus formas, los avances logrados son destacables, pero insuficientes.

Lo primero que podemos pensar sobre esta cuestión es que “no”, que un violento rara vez cambia y lo único que se puede hacer en estas circunstancias es poner distancia. Ahora bien, asumir esta idea supone poco más que abandonar todo intento por rehabilitar y reeducar a quien no ve la agresividad como un problema, a quien la ejerce con normalidad para dominar a la pareja.

Las cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) nos dicen que 1 de cada 3 mujeres ha sufrido en algún momento de su vida violencia física o sexual por parte de algún hombre. Es evidente que algo falla en la sociedad. Necesitamos una respuesta comunitaria coordinada a todos los niveles, en especial en el educativo. Y el tema no puede ser más urgente.

Según datos de la Fundación de niños y adolescentes en riesgo (ANAR), la violencia de género en adolescentes ha aumentado en los últimos años un 24%. Los jóvenes son incapaces de identificar que sufren violencia de género y, en muchos casos, llegan a justificar las conductas del agresor. Ellos, por su parte, siguen usando un modelo de desigualdad desde que entienden que tienen el poder solo por ser hombres.

Los programas de intervención para el maltrato y la violencia de género son más relevantes que nunca.

 

Los maltratadores ¿pueden cambiar? Solo una pequeña parte lo hace

A la pregunta de si los maltratadores pueden cambiar la respuesta hasta el día de hoy no es muy esperanzadora: solo hay una pequeña parte que lo hace. Los programas de intervención a personas agresoras que ejercen violencia de género son la única estrategia para que se produzca el cambio y, por término medio, un maltratador solo llegará a ella por orden de un juez.

Resulta muy complicado, por tanto, que alguien por sí mismo acuda a solicitar ayuda, porque a nivel general uno no ve su conducta como un problema. El problema lo tienen los demás y en este caso la mujer. En la mente de quien está habituado a usar la violencia solo existen justificaciones a cada acto cometido.

Profundicemos un poco más.

 

Las dos esferas que perpetúan el maltrato y la violencia de género

Hay dos realidades que, hasta hoy, siguen perpetuando en la sociedad el maltrato: la tolerancia hacia la violencia y la desigualdad hombre-mujer. Por llamativo que nos parezca, en la mente de muchas personas hay muchas conductas que no se interpretan como actos violentos: denigrar, insultar, controlar, reaccionar con ira…

En la sociedad sigue integrado ese virus capaz de entender que si un hombre se pone celoso es porque ama a su pareja. Aún más, el hecho de que sea él quien imponga sus decisiones en la relación es lo esperable. Seguimos reforzando el rol basado en la desigualdad de manera inconsciente e invisible. Y la responsabilidad de cambiar esto es de todos, tanto de hombres como de mujeres. Asimismo, también podríamos pensar aquello de que gran parte de las personas que ejercen el maltrato sufren algún trastorno psicológico. Bien, trabajos de investigación como el realizado por Enrique afirman que quien hace uso de la violencia en la relación de pareja no siempre padece de un problema mental.

En la mayor parte de los casos, el problema está en los factores educativos y en los anteriormente señalados.

 

¿Qué hechos deben darse para que un maltratador cambie?

Lundy Bancroft es un experto en abuso, conductas violentas y maltrato infantil. En libros como Comprender la mente del hombre agresivo y controlador nos señala cuáles son las claves que debemos tener en cuenta sobre el cambio en un maltratador.

 

– Un maltratador nunca cambiará solo porque su pareja se lo pida.

– El cambio solo aparece cuando asumen el 100 % de sus acciones, lo que implica asumir que la mujer (víctima) no tiene culpa de nada.

– La terapia de pareja no sirve en estos casos. Un maltratador solo ejercerá un cambio a través de un programa específico para maltratadores. Así, la única forma de llegar a estos programas es por orden judicial, después de haber cometido un acto violento.

– Los maltratadores están más motivados para cambiar cuando han perdido de dos a tres relaciones debido al abuso.

– Los programas de intervención a personas maltratadoras deben durar entre seis y 24 meses para tener éxito.

 

¿Qué aspectos deben trabajarse en los programas para que se produzca el cambio?

Ante la pregunta de si los maltratadores pueden cambiar, tenemos un dato evidente: la única posibilidad de que lo hagan es pasando por un programa especializado. Ahora bien, estos programas de rehabilitación todavía no tienen la trascendencia que necesitarían: faltan recursos.

Los avances son lentos y abundan los abandonos. Veamos no obstante qué áreas son las que deben trabajarse:

– Programa para mejorar la empatía y el alfabetismo emocional.

– Corregir las ideas distorsionadas sobre el rol de la mujer.

– Manejo de la ira.

– Control de las emociones: ansiedad y estrés.

– Control de los celos patológicos.

– Déficits en asertividad y comunicación.

– Estrategias para resolver problemas.

– Educación sobre sexualidad en la pareja.

 

Realmente… ¿los maltratadores pueden cambiar?

Llegados a este punto la pregunta sigue sobre la mesa ¿los maltratadores pueden cambiar? La respuesta no es sencilla por las siguientes razones:

Un maltratador, por término, medio no se percibe como tal. Es más, en las terapias de rehabilitación muchos de estos pacientes siguen justificando sus acciones y encontrando razones a por qué hicieron lo que hicieron (me trataba mal, no me hacía caso, etc).

Las terapias son parte de una orden judicial o de programas de las instituciones penitenciarias. Hay quien lo acaba abandonando antes de tiempo o quienes, sencillamente, no alcanzan ningún progreso.

No obstante, cabe señalar que una pequeña parte de esas personas sí evidencia avances y toman conciencia de su conducta. En estos casos, se asume y se entiende que hay nuevas alternativas de masculinidad y que los viejos modelos deben reformularse. Esa es por tanto la auténtica clave y la piedra angular en la que deberíamos trabajar de manera coordinada en toda la sociedad.

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