martes, septiembre 3, 2024
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Institución de manos vacía

Planteábamos en anteriores artículos de esta misma serie y ratificamos, que siendo la universidad una categoría formativa debe infundirse de espíritu y filosofía como principio sostenido hacia el cumplimiento de sus responsabilidades. Ahora arriesgamos referirnos muy esquemáticamente a la personalidad de la cabeza institucional universitaria, el rector, y lo hacemos “a mano alzada” sin mayores pretensiones.
Como preámbulo diremos que transcurren muchos años que las universidades públicas no aciertan a dotarse de una primera autoridad que satisfaga las aspiraciones académicas que se espera. A nuestro modo de ver para esta institución existe la alternativa de un intelectual o un científico. En esta segunda compulsa no postulamos un cientista conspicuo, eximio o alguien que hubiera aportado con una novedad científica u otras relevancias. Creemos que bastaría un docente dedicado a la investigación o que se desarrolle en el campo de la ciencia.
Relativo al intelectual, con seguridad el cuerpo docente puede ofrecer una gama elegible y si se dijera que nuestro medio no puede dar lo que no tiene, acatarlo sería precipitado. Buscando siempre se encuentra y si las aulas no lo albergaran, fuera de ellas daremos con más de un intelectual. Puede, también, tratarse de un personaje invitado, conforme a la amplitud que supone lo universitario. Por otra parte y de seguro las generaciones de jóvenes profesionales cuentan con exponentes intelectuales pero como sucede entre nosotros, son muchos los que no se encuentran donde su capacidad debe asignarles.
Un rector de los mencionados atributos gestionará correctamente, libre de preocupaciones ajenas o superfluas para la institución. Avanzará bajo el palio de la filosofía universitaria. Estas apreciaciones no surgen espontáneamente. Los bolivianos vivimos contemplando nuestro ombligo sin mirar más allá. Todas las universidades del extranjero se esmeran por un rector que las prestigie y dignifique. Tampoco es mérito suficiente un largo y antiguo desempeño de la cátedra a menos que se reúna otros merecimientos adecuados. Con esto no quiero disminuir a quienes ejercieron o ejercen el rectorado de las Casas de Estudios Superiores.
Por lo general, la política universitaria postula a candidatos a rector y vicerrector a docentes de bajo perfil académico sobre la base de la camaradería o de cierta popularidad en alguna o algunas facultades o carreras. Se ha visto perdidosos a determinados aspirantes pese a su perfil científico, frente a contendores de la primera tipología señalada, a veces precedidos de una suerte de fama en lides sociales o políticas, sin que esto sea lo pertinente. El derroche de recursos en campaña, como se ve en algunas elecciones, es impropio de la naturaleza del evento y lo desnaturaliza
Por el cogobierno, al estamento estudiantil le corresponde el 50% del poder decisional en el claustro universitario. En alguna universidad inclusive más de este ya alto porcentaje. Los candidatos a presidir una u otra de la casi docena de las existentes en el país, apuestan su victoria –no todos– en el alego al sector estudiantil. Lo hacen en convites diversos, a veces no libres de excesos. Acción vergonzosa para una institución llamada a una constante jerarquización de cara a su rol social. A no dudar, se trata de un proceder imitativo de las campañas electorales de tipo político.
Se pretende que los lidiadores en estas arenas, lo hagan en función ratificatoria de su prestigio y de la honra de conducir con su esmero al mejor puerto posible al alma mater. La extremada largueza en el plebiscito, persuade de ser otros los objetivos personales guiados del señuelo patrimonial, haciendo vislumbrar un manejo administrativo en ciernes non sancto.

loza_ramiro@hotmail.com

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