domingo, diciembre 22, 2024
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Temor de desestabilización

Ahora el Gobierno y el MAS temen un golpe Estado o acción desestabilizadora. No es posible deducir hasta qué punto estos temores son reales o se trata de una estrategia para mantener alerta a sus militantes. Esta situación es a la vez una advertencia a la oposición y sectores descontentos, de que gobierno y partido no permitirán que se incrementen o proliferen mitines, marchas, etc., lo cual se expresa en la fuerte agresión contra los grupos que se manifiestan de tal manera.
Más franca y violenta en este sentido ha sido la represión aplicada al paro acompañado con demostraciones populares de protesta. Éstas se efectuaron el día 11 pasado contra el proyecto de ley que perseguía la Legitimación de Ganancias Ilícitas, hasta que fue suspendido. Tal proyecto salía de ese marco para desterrar e invadir las garantías individuales consignadas en la Constitución Política y los Derechos Humanos. Las advertencias o amenazas se intensificaron con el wiphalazo del día siguiente, 12 de octubre.
Todo este aparataje no deja de ser un estado de paranoia que abruma a la cúpula gubernamental y trasciende a su militancia. La paranoia es un temor o miedo a ser objeto de un atentado contra la propia seguridad de las personas, en este caso también sería una paranoia colectiva. En los 14 años de gobierno anteriores, estos temores se decían venir del imperialismo, del capitalismo y de la “derecha”.
Este sobresalto es infundado o acaso acarrea cierto grado de culpabilidad. Lo cierto es que la madurez de la ciudadanía ha dejado atrás las posibilidades de golpes de Estado para derrocar gobiernos. Así lo prueba la concurrencia ciudadana a tan seguidos eventos electorales de los últimos años, aun bajo el temor al fraude o adulteración.
A partir de las declaraciones de Evo Morales de organizar milicias armadas como en Venezuela, aunque luego se desdijese, han sido tomadas por reductos de sus seguidores como una especie de orden de jefatura, según la costumbre política de los 14 años. Entonces la palabra del jefe bastaba. Ahora no parece que se la hubiera olvidado. Lo demuestran los grupos organizados a modo de células, que empezaron a salir a luz. Entre ellos, los Wila LLuchus o Ejército Guerrero, los Ponchos Rojos (ya antiguos), el Estado Mayor del Pueblo en El Ato. Los mismos o similares actuaron reprimiendo de hecho varias concentraciones y demás actos de la oposición, así como con el intento de interrumpir la marcha indígena desde el Beni a Santa Cruz. Se suman las declaraciones de connotados miembros masistas, en sentido de dar la vida si es necesario y, más rotundamente, de matar si es preciso.

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