Aunque –y muy a pesar de una gran mayoría– no es posible ocultar una de las grandes controversias que se han prolongado a través de los siglos. Es decir, si Jesús quiso realmente una Iglesia. Algunos sostienen que sólo quería el reino de Dios, o cualquier otra cosa, pero la Iglesia, no. No obstante, la Iglesia es una realidad a partir de la efusión del Espíritu Santo en el pentecostés de aquella Palestina, lo que no obedece a una interpretación arbitraria sino a una fiel exégesis neo testamentaria.
Pensar siquiera como posibilidad lejana que Jesús no quiso encabezar una Iglesia, equivaldría a desautorizar textos bíblicos expresos: sería descalificar su misma pertenencia a la historia de la salvación del pueblo judío, y no solo eso, sino de su renovación, incluso de la renovación de la historia de la salvación en su conjunto. Por eso Dios humanizado, amplió y profundizó lo que las Escrituras anticiparon, creando de esa manera lo que hoy conocemos por Iglesia.
Recuerdo que hace muchos años, leí una magnífica obra literaria en que el Cardenal (hoy Papa emérito Benedicto XVI) Joseph Ratzinger, (desde mi punto de vista el teólogo vivo más sobresaliente del mundo) sostenía que el destino próximo de la Iglesia era su empequeñecimiento, principalmente en Europa. Atribuyo tal augurio a la incontenible migración principalmente de seguidores del islam que desde el Asia recalaron en varios países de Europa, pero también a una recurrente apostasía fomentada por las tendencias marxistas que, en las últimas décadas del Siglo XX, se han implantado en el viejo continente, sin descartar una sistemática ideologización comunista de la educación escolar, y cómo no admitirlo, errores gravísimos de algunos líderes eclesiales. Actualmente Francia y el Reino Unido, Estados tradicionalmente católicos, tienen poblaciones musulmanas importantes.
Las predicciones del ilustre teólogo se cumplieron en las últimas décadas del siglo pasado, traduciéndose en una disminución alarmante de bautizados en el conjunto de los continentes que numéricamente más contribuyen al pueblo de Dios: América y Europa, en ese orden.
Pero también quedó claro que ese estado de cosas, iba a tener un final porque la evolución histórica depara siempre muchas sorpresas y en consecuencia no es sano hacer demasiadas extrapolaciones, pues el factor sorpresa que irrumpe en la historia desbarata cualquier futurología, dándole la razón al emérito prelado, que cauto como es y erudito en las cosas de Dios, todavía fue testigo de la caída de varios regímenes comunistas que provocó una realidad histórica completamente nueva.
Estoy convencido de que la aparición de nuevos movimientos que han contribuido decisivamente a la universalización de la Iglesia, es decir, a una concienciación de que una sola fue la fundada por Cristo, la que hoy equivale a la Católica-apostólica y romana, es una de las causas para que en los últimos años, el número de bautizados se haya incrementado significativamente.
Las muy recientes estadísticas precisamente de la Iglesia, dan cuenta de que sus miembros han crecido ostensiblemente principalmente en el África, y no importa que sus nuevos integrantes den sus primeros pasos asistiendo sólo a la misa del domingo de pascua, porque lo relevante es que, desde la neoevangelización que se promueve en el mundo; el renacimiento de la espiritualidad que como consuelo del Señor se nos regala principalmente a través de la Renovación Carismática Católica que se hizo instrumento para mostrarnos que el Espíritu Santo sigue ahí, con todo su poder; la evolución natural de la Iglesia misma; la inculturación que no atenta contra la doctrina, la Iglesia crece.
Gracias también a los misioneros que, regados por el mundo, hacen posible que el universo de creyentes católicos, como nunca, sea tan grande y fortalecido en medio de las polémicas que son escuchadas y los libelos que son leìdos en el mundo, en lo mundano, como dicen los hombres y mujeres de fe.
Augusto Vera Riveros, es jurista y escritor.