martes, julio 16, 2024
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Filosofía del tiempo

Para San Agustín de Hipona el tiempo es una paradoja, porque es “un ahora” que no se puede detener, pues si se detuviese ya no existiría, por ello, el tiempo no tiene dimensión ya que se devanase, siendo el alma la verdadera medida del tiempo. El pasado es el recuerdo, el futuro lo que se espera y el presente es atención.
El tiempo es, entonces, infinito y a la vez finito. Infinito porque su paso es constante y no deslumbra un final; es finito, ya que el ser humano se desenvuelve en un tiempo determinado que tiene un inicio (nacimiento) y también un final (muerte). En lo que se refiere al tiempo finito, no son pocos los que experimentan sentimientos de angustia, el cual deriva de la certeza de la proximidad de la muerte. Albert Camus señalaba que esta era la razón principal por lo que el hombre había creado a sus dioses, para sobrellevar de mejor manera esta angustia. San Francisco de Asís, en el opuesto de Camus, señalaba: “yo no soy un cobarde que teme a la muerte. El Señor por su gracia y misericordia, me ha unido tan estrechamente a Él, que me siento tan feliz para vivir como para morir”. Ambas aseveraciones confluyen en las experiencias y sentimientos humanos; en todo caso, no se puede escapar de la angustia que genera el paso del tiempo, pero a la vez, también se puede albergar la esperanza de saber que la muerte no tiene la última palabra.
El paso del tiempo es constante, no retrocede, el tiempo transcurrido no regresa, avanza. A pesar de ello, existen diversas corrientes del pensamiento que aseveran que el tiempo puede correr al revés, como una forma de reivindicación política. Hannah Arendt, filósofa y pensadora de origen alemán, señalaba: “la concepción que se tenga del tiempo determina los vínculos que se puedan desarrollar en el modo de constituirse en sujetos políticos o incluso la imposibilidad de hacerlo”, es decir, según la idea del tiempo que se tenga, la persona puede convertirse o no en un sujeto político. Aun así, el tiempo no corre para atrás. Si bien existen algunos acontecimientos cíclicos (fenómenos naturales), no implica que el tiempo regrese sobre sus pasos. Tratar de deconstruir el pasado para armarlo según posturas o ideologías políticas no genera historia, no logra retroceder el tiempo, solo se cae en la inseguridad de no entender que el tiempo para el ser humano es finito y que lo que nos toque hacer con él depende únicamente de nosotros.
Desde el punto de vista de la física, se podría decir que el tiempo es comprendido como “un flujo de sucesos”, es decir, que los acontecimientos son organizados de manera secuencial. El tiempo es movimiento –a no ser que nos encontremos en medio de un agujero negro donde el tiempo se dobla y contrae– y ese movimiento simplemente no regresa; en lo que atañe directamente al hombre, el tiempo es parte de la esencia humana, por ello, tampoco regresa, siempre avanza. La concepción del tiempo que regresa en sí mismo como deconstrucción de valores, culturas y sociedades es altamente engañoso y también peligroso.
El tiempo es lo que hacemos con él, no lo que pretenden que hagamos con él. Esta premisa es esencial para la elaboración de pensamientos y reflexiones basados en preceptos éticos y morales. Tratar de “deconstruir” el tiempo para amoldar la historia, según premisas ideológicas, no solo destruye nuestra historia, también a la sociedad entera.

Marcelo Miranda Loayza, Teólogo y Bloguero.

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