miércoles, diciembre 4, 2024
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Estrategias de inteligencia emocional para manejar la ansiedad

Recordemos que la ansiedad una emoción caracterizada por sentimientos de tensión, pensamientos angustiantes y cambios físicos como el aumento de la presión arterial. Por ello debemos entender qué se entiende por emoción-

 

“La emoción es una experiencia afectiva intensa, pasajera, brusca y aguda, con un fuerte componente somático que proporciona energía y constituye una fuerza que impulsa hacia determinados comportamientos”. (Gimeno-Bayón, 2002)

 

Hobson (1991) propuso las emociones como la vía para conocer a los demás y dar carácter de persona. En este sentido, se entiende que si las emociones son básicas, primarias, y de naturaleza social, para su desarrollo, expresión y comprensión se necesitaran experiencias sociales.

 

Considerando que la emoción es una manifestación física y psicológica no se puede ignorar que la misma resulta de la interacción de la persona con el entorno constituyendo un proceso complejo y dinámico, por lo que es anterior a la conciencia y atiende a numerosas funciones.

 

En síntesis las emociones, por lo menos las más básicas están presentes desde el nacimiento de toda persona, asimismo, este desarrollo emocional se lleva cabo gracias a un proceso de maduración y aprendizaje; a las cuales se llega por factores culturales y sociales como los procesos educativos y de socialización, las normas sociales, la estructura de valores y las prescripciones morales que afectan a la expresión emocional y a su experiencia. Y por último se debe destacar la fuerte influencia recíproca que se da entre el desarrollo de las habilidades emocionales y las cognitivas.

 

Considerando a la emoción como un proceso complejo, es necesario entender las fases del mismo, las cuales son:

 

Fase 1. Antecedente. Para que se produzca una emoción es necesaria la presencia de un estímulo antecedente cuyas características dependen de la interpretación que hace la persona y de la demanda de adaptación, en base a criterios de urgencia y significación.

 

Fase 2. Percepción del estímulo. Hay variables personales que modulan la percepción del estímulo desencadenante como el tono emocional o nivel hedónico (grado de ajuste y bienestar subjetivo), el grado de labilidad emocional (inestabilidad o tendencia al cambio), la reactividad emocional (intensidad personal de la respuesta), el rasgo emocional (Watson y Clark, 1984; Eysenck, 1997; Gutiérrez-Calvo y García, 2000) y el estado de ánimo.

 

Fase 3. La evaluación. Para que un estímulo desencadene una emoción es necesaria la evaluación emocional, que consiste en un proceso muy complejo, porque a su vez implica dos sub-procesos: la interpretación y valoración. La valoración o estimación de la repercusión personal de estímulo cumple una doble función: la evaluación afectiva de la situación por una parte, y la evaluación del significado del estímulo y de la capacidad de afrontamiento, por otra.

 

Fase 4. La experiencia emocional. El sentimiento implica la evaluación y valoración consciente de todos los cambios internos, situacionales o contextuales, y de las experiencias personales previas para que pueda darse la experiencia subjetiva de una emoción. Está conformado por esquemas emocionales (Geenberg et al., 1996) a partir de los cuales es posible otorgar cualidad particular a la emoción experimentada. La experiencia emocional puede clasificarse en torno a tres dimensiones: el grado de placer-desagrado que causa, la intensidad y el grado de control autopercibido (Schimidt-Atzert, 1985). El sentimiento se considera auténtico cuando es coherente con el estímulo que realmente genera la emoción (Averill, 1994).

 

Fase 5. La respuesta emocional. La respuesta emocional es multidimensional en cuanto abarcan al organismo en su totalidad (Cacioppo, Klein, Berntson y Hatfield, 1993) y se expresa, casi simultáneamente, mediante tres sistemas de respuesta; la triada cognitiva, fisiológica y conductual (Lang, 1968). Estos sistemas presentan un funcionamiento independiente denominado fraccionamiento de respuesta, lo que comporta una serie de implicaciones tanto para la evaluación como para la etiología y tratamiento de los trastornos emocionales. Pero además existen otros factores como la sensibilidad afectiva y el estado de preparación pre-emocional de la persona que influyen en la respuesta emocional. En general, esta respuesta se manifiesta a partir de conductas complejas pero también incluyen el control de la expresión emocional y la represión emocional que se observa frecuentemente en el contexto terapéutico.

 

Fase 6. La orexis. Es la dimensión motivacional de la emoción. Describe las tendencias de acción, el deseo y los impulsos fruto de procesos emocionales experimentados con anterioridad. Permite entender cómo los sub-procesos evaluativos-valorativos provocan conductas intencionales y como, en ocasiones la emoción funciona como fuente de motivación (Izard, 1993) y en otras surge como resultado de una conducta motivada hacia un fin.

 

Fase 7. La expresión emocional. En la expresión emocional se añaden a la tríada reactiva (Lang, 1968) el sentimiento subjetivo y la tendencia a la acción (Scherer, 1984; Martín-Sánchez et. al, 2002). Hace referencia a la comunicación y exteriorización de la emoción a través de conductas, expresiones faciales, procesos de comunicación verbal y no verbal, etc. Implica la existencia de reglas (constitutivas, regulativas y procesuales) que gobiernan la expresión de las emociones (Averill, 1994). Los mecanismos socioculturales de control emocional, que constituyen reglas regulativas o “reglas de despliegue” (Heider, 1991), pueden provocar sesgos en la expresión emocional manifiesta. Estás reglas pueden variar entre las diferentes culturas e individuos. La inhibición, exacerbación y distorsión son algunas de ellas y están muy relacionadas con la presencia de trastornos orgánicos y psicopatológicos (Miguel-Tobal y Cano-Vindel, 2002; Cano-Vindel y Miguel-Tobal, 2001).

 

Fase 8. El afrontamiento. Es el conjunto de esfuerzos cognitivos y conductuales que se desarrollan para manejar las demandas internas y externas valoradas como excedentes para los propios recursos (Lazarus y Folkman, 1984). Se trata de un proceso psicológico que se pone en marcha cuando los cambios del entorno son no deseados o estresantes, o cuando sus consecuencias no son las esperadas. El aprendizaje y la cultura filtran los procesos de afrontamiento y con el desarrollo las formas más básicas de afrontamiento se transforman en formas elaboradas más cercanas a la resolución de problemas que a patrones automáticos de conducta.

 

El proceso emocional es dinámico

 

La emoción en cuanto a proceso también implica una dinámica. Existen numerosos modelos y propuestas explicativas sobre cómo se desarrolla la dinámica emocional que enfatizan en diferentes fases del proceso.

 

Gimeno Bayón describe la dinámica de la emoción utilizando como metáfora un entramado de tuberías en el que pueden distinguirse tres conductos principales: el plano físico, el cognitivo y el afectivo. El agua que fluye de forma constante por este sistema de cañerías representa la vida, los acontecimientos, las cosas que suceden dentro y fuera de nosotros. Si nada lo impide el “agua” fluirá hacia la cañería correspondiente, en caso contrario se desviará hacia aquellas que estén accesibles. Según la autora, a nivel afectivo determinados estímulos externos o internos constituyen una sensación básica de comodidad o incomodidad, que con el desarrollo se diferencian en cuatro sensaciones: peligro, daño, pérdida y satisfacción. Estas sensaciones que entrarían por el conducto de la afectividad, desembocarían, en función de su cualidad cómoda o incómoda, en el circuito de una de las emociones básicas.

 

Según establece la Dra. Nathalie Pérez Lizeretti (2009) en base a la intensidad del estímulo y del significado que la persona le atribuye, en términos de funcionalidad, la emoción será experimentada de forma más o menos consciente. Porque puede suceder que la experiencia emocional permanezca inconsciente aunque sea suficientemente intensa si a persona no la procesa como significativa y funcional, en los distintos niveles (fisiológico, cognitivo y afectivo). No obstante, la energía generada por la experiencia emocional, sea la persona consciente o no, permanece a la espera de una salida que permita el restablecimiento del equilibrio entre los distintos subsistemas. Si el aprendizaje emocional ha sido adecuado la reacción y la expresión de la emoción serán coherentes a su experiencia y la persona podrá experimentar la sensación de haber cerrado el proceso.

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