Es un hecho en la existencia del ser humano que todo padecimiento, sufrimiento, angustia, amargura o dolor moral que padezca en su vida, complota contra ella, atenta a los tiempos que aún tiene por vivir y atenta gravemente contra su salud porque resta energías y condiciones a su fortaleza que es cimiento de vida. Aparentemente, no hay forma de disminuir estas sensaciones de dolor moral que no pueden cicatrizar, que se hacen más lacerantes conforme pasa el tiempo y, a veces, aumentan tanto cuanto se incrementa el caudal de sufrimientos.
Quienes sufren por este cúmulo de angustias y padecimientos no encuentran paliativos y esa preocupación acelera el caudal de lo sufrido. Lo más grave de esta situación es que los causantes o autores de este transcurrir de vida en dolor moral, no entienden que ellos, por simple humanidad, podrían paliar estos padecimientos y no lo hacen porque encuentran cierto placer morboso en causar daño y aumentar el ya sembrado. Son personas poseídas de soberbia y petulancia que parecería no se dan cuenta del mal que causan: pero, se puede colegir que tienen conciencia de lo que hacen y no saben cuánto podrían remediar actuando con ápices de bondad.
Como el tiempo no pasa imperceptiblemente, las víctimas se muestran envejecidas, las arrugas afloran en su rostro y aumenta la cantidad de canas que prematuramente tienen; esos rostros muestran lo que calladamente sufren y es el afecto sentido por los autores de maltratos que frenan toda reacción.
Quienes parecen tener buena ración de veneno en la sangre y actúan inclusive contrariamente a sentimientos de amor y bondad que los mantienen ocultos, bien harían en cambiar y mostrar siquiera ápices de humildad y ternura hacia los demás, cambiarían su vida de mal carácter y petulancia haciendo que cada latir de su corazón sea efluvio de serenidad, bondad y ternura.
Esas personas son serias candidatas a sufrir con el tiempo lo que están sembrando, porque lo moral es como los vegetales que echan raíces y logran abonar lo que padecen con el riego de más dolor que es agua de vida.
Personas que se complacen con el dolor ajeno, no miden las consecuencias de sus actos y, si tienen posibilidades, siembran su soberbia y maldad que proliferan en otras esferas hasta llegar a conflictos que causan males incalculables hasta derivar muchas veces en hechos que siegan vidas útiles; destruyen todo lo que es complacencia del ser humano y autoría de la civilización, traducidas en obras de arte que son solaz y felicidad de muchos, que operan transformaciones y dan vida a la existencia, especialmente de niños y jóvenes siempre ansiosos de mejores condiciones de vida.
Analizar lo creado y cuidado por el ser humano es encontrar las razones de su capacidad para entender, forjar grandezas y realizar lo que sería imposible sin la capacidad inventiva del ser humano que es sinónimo de creación y realización para complementar de alguna manera lo hecho por el Creador y no porque lo haya olvidado, sino que dejó expresamente para su complemento por manos del hombre.
Así, cuando se habla de la necesidad de cambiar, se hace latente la urgencia de que el soberbio renuncie a lo que, en el fondo y forma de su existencia, han lastimado su propia vida.
El drama del que sufre es sacrificar su vida
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