miércoles, septiembre 4, 2024
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Falta de estilo propio de gobernar

Primera parte

El principal de una República o de un Estado es el presidente, pero no un rey. Sus actos deben ceñirse a la Constitución, a la ley y a la ética, alejándose del frío y utilitario manual de Nicolás Maquiavelo. Fuera de la puerta de Palacio, deben quedar sus caprichos y veleidades, gobernando para todos y no para un grupo, por grande que fuere. Es él la medida y la imagen de su país y conforme al estilo de su gobierno será conceptuado en lo interno y lo externo.
Debemos reconocer que Bolivia es un Estado de poca significación internacional. Ante todo, “conócete a ti mismo” es un consejo sano. La conducta de un primer mandatario puede mejorar o empeorar la performance del país. Una buena administración contribuirá a lo primero y el manejo desprolijo a lo segundo. Aquí una digresión. Evo Morales y su aparato de propaganda gustaban del vituperio de proclamar que gracias a él se veía por primera vez a Bolivia como nación digna y soberana, además por haberse liberado del yugo imperialista. En realidad, esto se relaciona cercanamente con que así gobernaba en lo interno, solamente para los suyos y más allá de las fronteras fijaba su atención en el Foro San Pablo (Brasil). En cuanto a la alabanza de figura internacional, lo cierto es que en sus 2 o 3 primeros años de gobierno fue visto con expectativa, por tratarse de un presidente indígena, pero sus propios actos y discursos de confrontación y racismo lo fueron despintando, hasta quedar desnudo de nombradía.
Esa imagen negativa que adquirió Morales sin mucho sacrificio, ahora deja en la sombra al presidente indígena del Perú que, en la vitrina internacional, ya no llama la atención y por asociación de ideas Morales deja en descrédito a la “reserva moral” en función de gobierno. Y como él se conduce con el “le meto nomás…”, su gente metió la mano en la lata, cual se dice, descapitalizando al Fondo Indígena y suma una larga lista de peculados y latrocinios a la sombra impune del poder.
La responsabilidad de un presidente es grande y le exige dedicación plena, consagración a su gabinete de trabajo para obtener conceptos claros sobre los problemas nacionales y asumir decisiones racionales. Escuchar a sus ministros sí, debiendo aportar sus propios puntos de vista. Esto no es una absorción del mando o centralismo presidencial que pueda alejarse de la delegación de funciones.
Por eso atenerse a consejos interesados es un error, según ocurrió con la más que millonaria inversión de la Planta de Urea y Amoniaco en Bulo Bulo, Chapare, conclusiva en fiasco, al igual que tantos otros elefantes blancos o “azules”. Un derroche no sólo de dinero, también de irracionalidad.
Otro aspecto a nivel presidencial es prodigarse o no en lo popular y folklórico del país. Evo Morales vivió hundido en ello por su afán incansable de popularidad. Este fomento no es una razón de gobierno y menos de Estado. No es elegido para convertirse en personaje popular. El correcto manejo de los intereses públicos le otorgarán aprobación y aplausos, que no es lo mismo que una barata popularidad. Estas idas y venidas y sus viajes al interior y exterior costeados por el Estado, se resumían en pérdida de tiempo y desatención a sus obligaciones específicas, aunque a éstas no aportase con muchas luces. Sus múltiples ausencias descansaban en su vicepresidente Álvaro García Linera, quien aprovechaba para asumir decisiones de su propia cosecha, deducidas de su mentalidad extremista.
La pregunta es qué sucede al respecto con el presidente Luis Arce. Sus primeros días parecieron de prudente abstención de apariciones innecesarias y hasta de volcar la trajinada hoja de gobierno de su jefe político. Pero no tardó en mostrarse como mero repetidor de la política de aquél. Desarrolló y desarrolla la cansina cantinela del “golpe de Estado”, del odio, persecución y denuestos contra la oposición, etc. Ha reproducido sin modificación alguna el alud propagandístico de los 14 años, tarea difusiva secundada por ministerios y descentralizadas. Es decir, un sucesor universal del estilo y forma de gobierno del mencionado es presidente.
Otra manera de imitar cuanto hacía o dejaba de hacer Morales se ve en el trajinar del primer mandatario en busca de popularidad que se le hace difícil de lograr, pero se percibe que seguirá en el mismo tren. Por eso no deja de concurrir a cuanto acontecimiento de las instituciones descentralizadas tiene lugar, ni qué se diga de similares de los movimientos sociales, por muy ficticios que sean tales movimientos. En relación con éstos, concurre portando obsequios de movilidades, equipos o decretos supremos exclusivos prebendales u otros. Estas dádivas no salen de su bolsillo sino del Erario Público. Tanto bagaje es parte de su encapsulamiento en la forma y el estilo de su arquetipo insustituible.

loza_ramiro@hotmail.com

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