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Los graves errores de la insurrección de 2019

En la primera quincena de noviembre de 2019, el pueblo paceño, a la cabeza de la mayoría del pueblo boliviano, protagonizó una insurrección de acuerdo con su antigua tradición política destinada a rectificar el curso en la historia de Bolivia, desviado por anacrónicas y obsoletas corrientes partidarias.
Pero ese movimiento quedó interrumpido, determinando su parálisis eventual, para completarse, más temprano que tarde, de acuerdo con las leyes históricas del país. Ese suceso constituye una invalorable experiencia política y una lección digna de tomarse en cuenta para la historia política de Bolivia. Así mismo, merece una crítica que sirva para evitar fracasos posteriores.
En primer lugar, el movimiento de noviembre de 2019 fue espontáneo, lo cual ha sido un error. Careció de conducción partidaria y política, actuó a ciegas, fue inconsciente en gran medida. Sin objetivos históricos ni organización necesaria, con diversas condiciones, fue inducido al error.
El levantamiento no tuvo quien plantee –una vez que había un divorcio completo entre el pueblo y el régimen, y hubiera sido defenestrado el gobierno– que era necesaria una Junta de Gobierno provisional revolucionaria, cuyo único objetivo sería llenar el vacío de poder. Y, acto continuo, convocar a elecciones para reunir una Asamblea Constituyente, destinada a dictar una Constitución democrática, condiciones imprescindibles para normalizar la vida del país. No solo eso, la Constituyente, con el absoluto poder de constituir, podía llamar a elecciones para un nuevo gobierno e inclusive elegir al nuevo presidente.
Por otro lado, quienes se atribuyeron ser líderes del proceso, ajenos a sus responsabilidades, no tuvieron la iniciativa política ni valentía de cumplir los deberes políticos que pregonaban con oportunismo rampante, crítica que se debe tener muy en cuenta. Por esa irresponsabilidad se exige el juicio de responsabilidades de la historia, así como la condena más condigna de la sociedad.
Carente de esas condiciones, el movimiento social marchaba sin brújula ni timonel, a lo que se sumó otro error capital. En medio del vacío de poder cualquier persona podía hacerse del gobierno. Entonces, resucitado el derrotado Poder Legislativo, aparecieron las iniciativas personales y se impuso la primera idea que estaba a la mano: acudir a la Constitución y dejar en sus cargos a todos los del gobierno ya expulsado, desde el Poder Ejecutivo hasta el último funcionario público, absolutamente controlado por el gobierno del huido Evo. Así cayó Evo, pero no el evismo. El mismo error se cometió en los golpes de mano de Alberto Natusch Busch, Lidia Gueiler y otros.
Instalado el gobierno ilegítimo, pero legal de Jeanine, la sucesión de errores fue un alud suicida, pese a que estaba advertido. El aborto se declaró constitucional sin serlo. Fue prorrogado por ley de 20 de enero todo el régimen defenestrado, pese a que había acabado su mandato, etc. Es más, Jeanine instaló el gobierno del doble poder en el cual ella no tenía arte ni parte. Era una marioneta de sus asesores de bolsillo y los manejos por teléfono de Evo Morales desde Buenos Aires. El doble poder Jeanine-Evo estaba gozando las delicias del poder. Para embrollar más aún la chanfaina, los áulicos de Jeanine la convencieron para que se proclame candidata presidencial, receta que fue peor que la enfermedad.
El golpe de Estado se convirtió en un coup de theatre, un cambio de guardia palaciego, una burla para el país. Terminó volviendo a fojas cero con elecciones ordinarias y la cárcel para la “socia” de Evo, Jeanine Añez, quien, al no ser objeto de juicio de responsabilidades en el Congreso, será no solo juzgada, sino condenada por la historia como calamidad política que se registró en la vida del país, paralizado y llorando lágrimas de sangre, entre la espada y la pared.
La insurrección popular traicionada no cumplió sus objetivos. Quedó como un inmenso cero, pues no hay tragedia más grande en la historia de la humanidad que empezar de nuevo lo que ya se había empezado. Mientras no se cumpla con el programa que le señala la historia el país, está destinada a todas las desventuras. Mas, pese a todo, vuelve a empezar hasta cumplir todo lo que tenía que hacer.

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