lunes, septiembre 2, 2024
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En una sociedad justa, las niñas no son violadas

Robert Spaemann, filósofo alemán, denunciaba en el siglo pasado que la vida ya no era entendida como una bendición, se había convertido, con el paso del tiempo, en una «enfermedad», a tal punto que la mujer embarazada debía ser advertida sobre las posibles complicaciones en el tiempo que dure el embarazo y, más aún, en el momento del parto. Según esta premisa, el concepto de vida también encierra un peligro, queda entonces reñida la conceptualización misma de la concepción, si se convierte en una enfermedad y un peligro, entonces ¿es válido acabar con ella? Pareciera que la respuesta viene por sí sola, de lo contrario no se podría entender la minimización de la vida humana.

El derecho a la vida en estos tiempos queda supeditado al derecho a opinar, es decir, la opinión de terceros tiene más peso social que el derecho inmanente de todo ser humano a nacer. Opinar no es malo, pero cuando la opinión busca convertirse en un imperativo, se convierte en un acto coercitivo alejado de la norma legal y del accionar moral. Si la vida es una enfermedad, entonces resulta válido opinar en contra, esta resulta ser la premisa actual de una sociedad consumidora de «memes». Entonces ¿es válido opinar cuando la razón queda relegada a la mera repetición? La respuesta es confusa y difícil, ya que opinar –de lo que sea– es un derecho fundamental dentro de un Estado de Derecho, pero no por ello todas las opiniones resultan válidas, puesto que repetir no es sinónimo de razonar.

Muchos de los opinadores de bolsillo, «memeros profesionales» e intelectuales del Tik Tok, sacaron a relucir toda su «indignación» por la situación en la que se encuentra una niña de 11 años, que a raíz de una violación quedó embarazada. Obviamente su indignación es totalmente comprensible, pues en una sociedad justa las niñas no son violadas. Desde el momento en que se conoció la situación de embarazo, la niña en cuestión se convirtió en una especie de trofeo a conseguir para distintos colectivos, donde todo vale para obtener el preciado premio. No fueron pocos los «colectivos», medios de comunicación y los «intelectuales de las redes sociales» que llenaron sus espacios y contenidos con reflexiones de bolsillo indicando peligrosamente cómo debería actuar la familia de la niña respecto al embarazo; tampoco se puede dejar de lado la presión ejercida por algunos «fieles piadosos» que, por su accionar, parecían más una especie de policía religiosa que evangelizadores de la Fe. En el medio, una niña, a la cual lastimosamente se le sigue vulnerando sus derechos.

Volvamos al debate fundamental, ¿Qué es la vida? Si el concepto es negativo, entonces la idea de «precautelar la vida de la menor» cae en saco roto, pues si se conceptúa a la existencia humana como una enfermedad o un cáncer, entonces ¿de qué vida hablan los que sostienen que la menor debiera abortar? Definitivamente existe una contraposición de conceptos en este tipo de posturas, por ende, estos pensamientos no llegan a ser opiniones, son simples ideologías construidas sobre la base de una premisa negativa (la vida es una enfermedad). Si se conceptualiza al ser humano como algo y no como alguien, la vida termina siendo un producto que se puede eliminar fácilmente, pero entonces ¿que impediría que se termine eliminando a la vida propia?

Como vemos no es fácil tratar temas tan complejos como la vida y la muerte, en todo caso preocupa de sobremanera que la opinión masiva base sus «preceptos» en memes y Tik Toks, si bien todos tenemos derecho a opinar, no todas las opiniones generan opinión. Lastimosamente, el Estado está teniendo un triste papel intervencionista y paternalista, jugando a ser dios, para decidir, vía coacción, quién vive y quién no.

En el caso puntual de la menor de 11 años con 5 meses de gestación, es prioritario devolverle el derecho a la privacidad. El aborto como figura legal ya no puede ser contemplada debido al tiempo de embarazo. Discutir este tema es una simple manifestación ideológica sin sentido; queda apoyar a la menor y a su familia, no solo por parte de la Iglesia Católica, también la sociedad civil en general, pues un trauma no se soluciona causando otro trauma, se soluciona con apoyo, solidaridad y, en este caso puntual, también con silencio y prudencia.

 

Marcelo Miranda Loayza, Teólogo y Bloguero.

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