El fututo de Bolivia podría decidirse ahora, en este nuevo año, no con una elección, sino como resultado de un duelo que se anuncia entre el modelo económico cruceño y el que propicia el caudillo de los cocaleros de Chapare.
Los ejércitos se han ido acomodando en las últimas semanas de 2021 para este enfrentamiento desde que se descubrió un pequeño detalle del reino de los fantasmas en que se ha convertido la administración pública de todo el país.
Antes de que los bolivianos se enteren de que esto de los fantasmas que cobran jugosos salarios es algo que se da sobre todo en el gobierno central, desde el estado mayor del cocalero salieron dardos en contra del “modelo cruceño”.
Los medios de comunicación que controla el cocalero, y que son pagados por el TGN, como la radio Kausachun Coca, los periódicos y canales que reciben publicidad estatal, se han hecho eco de una campaña dirigida a asegurar que toda la historia de los fantasmas es de exclusividad de los cruceños.
El caudillo de Chapare arenga a sus milicias armadas a lanzarse contra las empresas y cooperativas de los cruceños, acusándolos de corruptos, de oligarcas y, en suma, de capitalistas liberales.
El gobernador de Santa Cruz ha respondido diciendo que los cruceños ofrecen su modelo para que sea emulado en todo el país y de esa manera se construya una Bolivia productiva, ajena al peguismo.
El mensaje del cocalero recuerda a las órdenes que daba Hugo Chávez cuando estaba comenzando la destrucción de Venezuela: “exprópiese”. El cocalero quiere que el Estado se apodere de las cooperativas cruceñas.
El objetivo, ciertamente, está equivocado. El “modelo cruceño” no son las cooperativas y mucho menos la alcaldía o la gobernación donde han sido encontrados algunos fantasmas que ahora hacen mucha noticia.
Pero para la propaganda, para la campaña de odio contra Santa Cruz, la arenga engañosa sirve a la perfección.
El problema que tiene el bando del cocalero es que en esta confrontación no puede ofrecer un modelo económico digno de ese nombre. Ni siquiera se atrevería a describir su proyecto económico alternativo. Si tuviera capacidad de sentir vergüenza de algo, lo que es muy dudoso, se retiraría de la contienda. Arrojaría la toalla.
De todos modos, el duelo está en curso. Si se mira bien, de este duelo depende el futuro de Bolivia.
Para comenzar, se debe definir si el país va a vivir bajo una dictadura manejada por un expresidente derrocado hace dos años por un levantamiento popular. O si va a vivir en democracia. Ese es el fondo del dilema.
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