lunes, septiembre 2, 2024
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Un país en ascuas por el virus

La situación sanitaria mundial no deja de ser preocupante debido a la nefasta y persistente presencia del virus chino. Más aún cuando se sabe que en Estados Unidos ha subido el récord diario de hospitalización de menores, dando lugar al cierre de escuelas en gran parte de esa nación, para tratar de contrarrestarlo. Por otro lado, en Europa, según últimos reportes, los contagios han subido en un 46 por ciento y por cierto que aumentan los casos del mal que se originó en el gigante asiático. De ahí que, en muchos países de ese continente, entre ellos Alemania, se está buscando adoptar nuevas medidas para frenar su cada vez mayor creciente propagación, mientras que desde Asia se dio a conocer que hay más contagios locales. Consecuentemente, digamos que Bolivia no es una excepción.
La cantidad de hogares prácticamente destruidos por el coronavirus no deja de ser impresionante, al igual que la enorme cantidad de desempleados, sobre todo en las naciones menos desarrolladas, al igual que el número de huérfanos que, por ejemplo, en el vecino Perú, alcanza a 98 mil. Por donde se vea, se trate de un brote natural o creado por el hombre, el virus sigue causando mortandad, miseria, desocupación, e incertidumbre en la sociedad mundial. A ello se suma el hecho de que los presupuestos familiares se ven totalmente afectados por la necesidad de adquirir los ya “famosos” artículos de bioseguridad, gastos que nadie repone, y ante los cuales en la mayor parte del planeta, los gobiernos se hacen de la vista gorda, y mucho más quienes virtualmente son los causantes de esta pandemia. A ellos, por el contrario, les ha servido para de uno u otro modo revitalizar su economía exportando toda suerte de artículos y equipos, dizque para luchar contra el virus del que ostentan su paternidad, porque fue ahí que apareció y se diseminó a todo el mundo. Debieran indemnizar al menos al país.
Ahora bien, Bolivia no deja de estar en ascuas por todo lo que ocasiona ese engendro virulento, más cuando existen todavía bastantes personas, inclusive autoridades electas por el pueblo, que “torpedean” los escasos esfuerzos de divulgación oficial para que la población se haga vacunar, al negarse a recibir siquiera una dosis y, lo que es peor, hacer pública su decisión. El hecho de que el segundo al mando haya optado por ser inoculado vino a mitigar en algo esa virtual posición “antivacuna”. Empero, no basta, porque las autoridades tienen que explicar hasta el cansancio, con “chuis” si es necesario, tal como se suele decir, sobre las bondades de la vacuna, difundiendo spots, jingles, impresos, etc., a través de los medios masivos de comunicación en forma profusa, a fin de llegar hasta el último habitante del territorio nacional, en lugar de erogar gastos en otras campañas publicitarias oficiales.
De no ser así, la población boliviana seguirá caminando en ascuas y continuará dudando de las vacunas, esto por la difusión, boca a boca, de los males que supuestamente causan las dosis del medicamento.

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