domingo, diciembre 22, 2024
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Pon en forma tu alma

Por: Padre Miguel Cortés

Quizás el deseo más profundo que tenemos es vivir a plenitud nuestra vocación de ser felices. Pero, a menudo, las circunstancias de la vida obstaculizan esa felicidad deseada. ¿Qué podemos hacer para encontrar la verdadera felicidad? ¿Qué podemos cambiar en nuestra vida para ser felices? ¿Cómo podemos nutrir nuestro yo interior para no desfallecer ante las adversidades? Estas y otras preguntas nos vienen a la mente y a menudo nos sentimos impotentes para encontrar una respuesta satisfactoria. ¿Por qué nos cuesta tanto conocernos desde la propia verdad? Quizás si dedicáramos un espacio y un tiempo a nuestro yo espiritual, muchas de estas preguntas encontrarían caminos de solución. Pero, ante todo, hay que preguntarse: ¿Realmente estoy dispuesto a bucear en mi propio interior?

Si quieres aventurarte a conocer tu propia vocación, puedes emprender con confianza la siguiente ruta espiritual, un ejercicio de meditación para “poner en forma” tu alma. Hazlo cuantas veces sea necesario, pues cada vez descubrirás riquezas insospechadas.

  1. Ya tengo edad… ya puedo mirar a lo lejos y de cerca mi vida. Dedica unos minutos del día a ti mismo. Relájate, descansa. Busca un lugar cómodo y solitario en la casa, en el trabajo o en el parque. Percibe que estás vivo, que tienes todo un cuerpo que te acompaña siempre y que expresa, en parte, lo que eres.
  2. Con las manos abiertas recibe el don del amor.  Abre tus manos y entrega lo mejor de ti, tu capacidad de amar y ser amado. Abre, sin miedo, las puertas de tu pozo interior y descubre la fuerza del amor que te permite gozar de la amistad y del cariño. Busca a aquellos hombres y mujeres que abren sus manos para amar. Déjate abrazar por aquellos que quieren compartir contigo su felicidad.
  3. Compartiendo la vida puedes gozar de ella. Si realmente encuentras tu paz interior y quieres seguir descubriendo tus talentos, no tengas miedo de compartir tus sueños y esperanzas. Con un amigo, con tu pareja, con un ser querido, con aquél que te inspira confianza, comparte tu vivencia interior.
  4. Y al final de la jornada alza tu mirada y comparte con el ser supremo tu caminar esperanzado. Al atardecer de tu actividad mira siempre de nuevo al ser supremo que nos ha dado su propia felicidad. Desde la propia fragilidad del cotidiano vivir, agradece por  todo el bien recibido y sin miedo comparte tus debilidades.

 

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