sábado, julio 6, 2024
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Bioseguridad escolar para proteger la salud

Sufrimos por la invasión epidemiológica silenciosa del covid-19 hace dos años (marzo, 2020), cuando el gobierno declaró emergencia sanitaria, implementando cuarentena rígida y moderada para presuntamente prevenir la expansión del contagio a nivel de toda Bolivia. En el ámbito educativo, en el mes de agosto clausuran el año académico con aprobación automática de los estudiantes del subsistema de educación regular. Ocasionando daños académicos irreparables, dejando a los niños de primeros cursos de primaria sin procesos de aprendizajes básicos para la lectura, escritura y resolución de operaciones aritméticas.
La mencionada enfermedad, originada en el poblado de Wuhan-China, no solo causó daño en los procesos de aprendizaje, sino lo más grave es que afectó a la salud integral de los estudiantes, quienes tuvieron que pasar por encierros domiciliarios prolongados, sin posibilidad de contacto con sus pares y amigos de la escuela. Consecuentemente, convivieron con otras patologías psicológicas originadas por la pandemia: estrés, soledad, aislamiento, ansiedad, nerviosismo, timidez, dependencia informática, etc. Ahora, para las maestras y maestros es muy complicado repararlos en la escuela, con clases de nivelación y otras estrategias didácticas.
Sin embargo, estudiantes y docentes están saliendo poco a poco de esta situación álgida, perdiendo miedo a la pandemia, previniendo la expansión del contagio con medicamentos tradicionales. A veces, apelando a las virtudes curativas de la medicina científica (antibióticos). Ante esta realidad, surge una pregunta de fondo en las unidades educativas: ¿Cuántos niños y jóvenes fueron vacunados para volver a clases presenciales? Las autoridades de salud tienen registros estadísticos nada confiables; porque en el minibús, en los mercados y en la escuela, escuchamos toser discretamente a los profesores, padres de familia y estudiantes. Sabemos también que muchos hemos perdido a nuestros seres queridos, especialmente a las personas de la tercera edad. Pero la vida continúa y tiene que continuar para conservar la humanidad con procesos de aprendizaje presencial.
En las unidades educativas del subsistema de educación regular; director, profesores y consejo educativo elaboraron, desde la gestión pasada, protocolos de bioseguridad escolar para cuidar, proteger y precautelar la salud de los estudiantes y padres de familia; exhortándoles para el uso obligatorio y correcto del barbijo, alcohol en gel y máscara facial. Y, de esta forma, desarrollar satisfactoriamente actividades administrativas y pedagógicas de la institución. Dentro del aula, la maestra/o con ingenio llegan a contar con un botiquín que contiene paracetamol, ibuprofeno y aspirina. No pueden faltar termómetro, lavandina, hidroalcohol en gel 70%, trapos viejos y pediluvios en las puertas de los cursos.
Los protocolos de bioseguridad escolar, establecidos rigurosamente en cada unidad educativa, coadyuvarán a la reducción de los riesgos de contagio en la comunidad educativa, especialmente entre los niños y jóvenes del nivel inicial, primario y secundario, que se encuentran expuestos a la pandemia después del inicio de la gestión escolar. Solo queda la responsabilidad de auto exigirse, exigir a los estudiantes y padres de familia el cumplimiento de las medidas de bioseguridad, como: lavarse las manos con agua y jabón en casa; portar insumos de bioseguridad, obligatoriamente barbijo de 3 capas; mantener distanciamiento permanente de 1.5 metros, dentro y fuera del aula; desinfectar ambientes de trabajo escolar; ingresar disciplinadamente y sentarse en cada mesa del curso; evitar botar insumos de bioseguridad en cualquier lugar; comunicar oportunamente síntomas del contagio a la maestra/o, etc. ¡Vacunados, protegeremos la salud de todos…!

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